Aunque más parece un camaleón, Rango es una lagartija vaquera, al menos eso se dice en la película
En ese aspecto, es impecable en el filme la mostración visual del Oeste crepuscular, cuando los vaqueros se resisten a morir. Los viejos pueblos con sus calles polvorosas muestran su propia decadencia. El Espíritu del Oeste tiende a esfumarse, los bares ya no son los mismos ni los alguaciles. Es cuando llega el fanfarrón de Rango, quien ofrece lo que no puede dar: esperanzas vaqueras.
De pronto, llevado contra la pared, Rango es capaz de encontrar el Espíritu del Oeste y, de paso, ponerse a buscar agua. La falta de agua hace desaparecer ranchos y haciendas, poblados y casas. ¿Por qué no hay agua? Alguien está lucrando con ella, con el pretexto del desarrollo urbanizador.
Hay otra pregunta: ¿por qué la pradera ha sido cortada en dos por una moderna carretera?
La historia tiene vigencia, pero la película prefiere destacarse por el aspecto novedoso de su presentación visual, distinta a muchos filmes animados. Así,
Tampoco son animales definidos claramente. Son “bichos” (por usar alguna palabra) que nos recuerdan a una u otra especie zoológica, que conforman un mundo surrealista cercano al de las pesadillas. No son exactamente los animales que uno tendría de mascotas. Todo lo contrario. Es como si la suerte del viejo Oeste se decidiera con animales propios de covachas, chiqueros, escombros, pocilgas, desvanes, basureros y rincones sucios u oscuros.
Esos animalejos son la esperanza del Espíritu del Oeste y Rango es la esperanza de ellos. Pues bien, ese universo está plenamente diseñado y sus texturas animadas las alabamos como perfectas, tanto en panorámicas como en la mostración de los bichos mediante planos más cerrados. Este es un trabajo logrado con habilidad y perfección, con refinamiento y arte. Hay un universo estético muy bien logrado, pura virguería al servicio de lo feo como expresión decorativa y artística.
Hasta ahí la cinta está bien lograda. Sin embargo, el cine no es solo iconografía, igual es narración, y aquí sí se cae la película, por su incapacidad para emocionar con su relato.
Más bien, el filme se aletarga con presuntuosos vacíos narrativos y le cuesta hacer el planteo de situaciones para tener un mejor ritmo. Su núcleo argumental pierde vida, como los viejos vaqueros.