En Todo sobre mi madre (1999), uno de los más celebrados largometrajes de Pedro Almodóvar, Manuela viaja de Madrid a Barcelona para buscar a Esteban, a quien no ve desde hace 18 años. La protagonista del filme necesita contarle a su exesposo que han sido padres de un hijo que ahora está muerto, con la misma urgencia con la que años atrás necesitó huir de él.
De manera similar, la protagonista de Julieta (2016) decide escribirle una extensa carta a su hija para explicarle aquellas circunstancias que fueron silenciadas durante demasiado tiempo y produjeron su dolorosa separación. Julieta expresa ese dolor sin reparos de ningún tipo. No hay pudores ni filtros emocionales cuando le escribe a su hija Antía una frase como: “Tu ausencia llena mi vida por completo y la destruye”. Pocos minutos antes, la voz de Chavela Vargas lloraba a pleno pulmón: “¡Ay cuanto diera yo por verte una vez más, amor de mi cariño!”.
No hay duda: estamos en medio de ese universo gobernado por las emociones que ahora resulta fácil definir como “almodovariano”; un universo forjado a lo largo de una veintena de largometrajes a golpe de dolor, emoción, colores intensos, erotismo y exotismo. Sin embargo, estamos también en medio de la película que, de una cierta manera que no deja de sorprender, es la menos almodovariana entre todas aquellas que el cineasta manchego ha dirigido hasta hoy.
Flashback. En Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón (1980), su segundo largometraje, Almodóvar se adentra en un exuberante mundo femenino a partir de elementos como el cultivo casero de marihuana, las tendencias sadomasoquistas y los vínculos con el rock satánico que caracterizaban a sus protagonistas.
Después llegaron las monjas que hacen su apostolado en un cabaret, las amas de casa enamoradas de su secuestrador, las escritoras desesperadas y las madres represoras del Opus Dei . Después llegaron los melodramas en estado puro y los melodramas disfrazados de thriller ; el cine en clave autobiográfica, el musical, los amantes obsesionados con la muerte y las Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988).
Con ese largometraje, Almodóvar alcanza un importante reconocimiento alrededor del mundo, aborda de manera frontal y divertida la soledad femenina y revela su devoción hacia películas como 8½ de Fellini (1963) y J ohnny Guitar (1954) de Nicholas Ray.
En el cine de Almodóvar, las citas cinéfilas se extienden desde sus primeras películas y alcanzan un punto culminante con Tacones lejanos (1991), un melodrama sobre el reencuentro tormentoso entre una madre y su hija, propuesto como una variación del argumento de la Sonata de otoño (1978), de Ingmar Bergman.
Varios años después, Volver (2006) recupera el interés de Almodóvar por las relaciones entre madre e hija bajo la forma de una personal película de fantasmas. Al igual que Julieta , Volver es una película sobre la distancia que separa a una madre de su hija y sobre el precio que ambas deben pagar por aquellas palabras que no se atrevieron a decir.
En Julieta , Antía es la manifestación espectral de un dolor que ha sido acentuado por el sentimiento de culpa, la soledad, la distancia y el silencio. Con el paso del tiempo, madre e hija se han convertido en extrañas. Antía permanece en el fuera de campo de Julieta y se convierte, tanto para la madre como para el espectador, en un misterio. Un fantasma.
Silencio. A partir de Como en un espejo (1961), el cine de Ingmar Bergman entró en un proceso caracterizado por los argumentos cuyos protagonistas permanecen en estado de aislamiento, alejados de quienes les rodean y de la comprensión de los motivos que producen sus particulares estados de ánimo.
Un par de años después, en El silencio (1963), Bergman aborda temas como la incomunicación, la soledad y el extrañamiento, a partir del uso enfático de la elipsis y de una puesta en escena que reproduce la sensación de encierro, tal como ocurrirá en algunos de sus filmes posteriores como Los comulgantes (1963) y Persona (1966).
La almodovariana Hable con ella (2002) es también una crónica sobre el aislamiento, el mutismo, los obstáculos de la comunicación y la necesidad que tenemos de ella, tal como se infiere desde el propio título. Hable con ella es un estudio sobre el silencio.
El título de Julieta debió ser precisamente ese: Silencio. Así estaba previsto hasta que Almodóvar decidió sustituirlo para evitar la coincidencia con el más reciente largometraje que ha dirigido Martin Scorsese, a partir de la novela homónima del japonés Shusaku Endo.
Silencio , Destino y Pronto . Así se titulan los cuentos de Alice Munro en los que se basa Julieta. Almodóvar compró los derechos de esos relatos en el año 2009 y desde entonces la escritora canadiense se le ha convertido en una feliz obsesión que, como todas las suyas, habita en sus películas. Por ejemplo, la protagonista de La piel que habito (2011) lee un ejemplar de Escapada: la publicación en la que aparecen precisamente los tres relatos de Munro en los que se basa Julieta.
Como nunca antes, Almodóvar recurre a la elipsis y a la ruptura de la cronología en su más reciente largometraje. El silencio hace aún más significativos esos saltos temporales y enfatiza el dolor, la renuncia al enfrentamiento y el abandono. El silencio aterroriza e inmoviliza a las protagonistas de Julieta pero a la vez las representa. Es su señal de identidad.
Julieta es la última estación del largo camino de Almodóvar hacia la depuración de los rasgos más característicos de su filmografía. Es su película más bergmaniana y aquella en la que, finalmente, las citas cargadas de admiración se han convertido en estilo. Poco a poco, de manera sorpresiva y sin embargo coherente, en una suerte de punto de giro de su estética singular, Almodóvar se ha convertido en un cineasta sueco de mirada reposada y emociones contenidas.