Marlon Rodríguez (sobre)vive gracias a una patineta. "El skate no tiene reglas; por eso lo practico: nadie me dice que hacer", explica el joven de 31 años.
Esto podría sonar utópico, pero no lo es. Desde hace más de 19 años, Marlon patina donde quiere y cuando quiere. Trabaja como embajador en Costa Rica de la marca de ropa, calzado y accesorios Vans, que es bastante popular entre los skaters .
"Por lo general, la gente piensa que soy un vago, por mi forma de vestir o porque me ven patinando por la calle. Ese es el estigma, pero ellos no tienen idea de que soy como los demás en algunas cosas. Yo también me he tenido que levantar un domingo lluvioso para ir a trabajar", dice.
Para Marlon, el skate no es un deporte por una simple razón:
"No hay reglas" .
Desde la mirada de quienes practican el skate , este es un fenómeno incomprendido, uno entre un montón.
Sin embargo, esta practica adquirió legitimidad y posee una comunidad que mueve su vida alrededor de las patinetas y su cultura; para muchos, se trata de un estilo de vida.
Ese es el caso de Mariel Cadet, quien a los 19 años comenzó a patinar. "El skate representa en mi vida poder despegarme de la necesidad de siempre tener un resultado específico. Me ayuda a disfrutar del momento y del camino", comenta Cadet.
Ocho años después de su primer encuentro con una tabla, Mariel acepta que esta práctica urbana la ayudó a descubrir herramientas útiles con el fin de manejar ciertos aspectos de su vida.
"Patinar nos enfrenta a nuestros miedos. Muchas veces era capaz de hacer un truco y no lo hacía por insegura. Hay que tener mucho control de la mente para poder liberarse", agrega.
Mariel es una de las tantas mujeres que patina dentro de una comunidad, en la cual los hombres son mayoría. Sin embargo, en una piscina de concreto, la diferencia de género no es el tema central de la conversación; en realidad, ni es un tema.
"Los chicos siempre me han motivado. Creo que los compas con los que patino son una parte importante del porqué me gusta hacerlo", comenta.
Hace algunos años, la representación femenina en la comunidad era poca, así que para visibilizarla Cadet ingresaba a competencias, pero dejó de hacerlo, en parte porque las chicas fueron asistiendo más seguido y porque se dio cuenta de que no es lo suyo.
"Creo que solo el hecho de estar en algún lugar para intentar ser mejor que otro es raro. Es mejor no compararnos".
Las competencias sí son importantes para las marcas que quieren hacerse notar entre esta subcultura.
Por ejemplo, Solowood Skateboarding es una marca nacional que nació en el 2009 y vende patinetas, ropa, y ruedas. "Solowood nació porque queremos hacer nuestros propios diseños. Además, nos importa preservar la esencia del skate", explica Daniel Solís, uno de los fundadores.
Así como esta marca, hay otras: María Skateboards, Nasional, elcubocr.com, Kcht, por mencionar algunas. Todas con un mismo fin: vivir de patinar.
La visión de poder subsistir gracias a una patineta es para muchos una locura, una idea poco factible y poco valorada. Curiosamente, hay pruebas de la fuerza del skate : una de las competencias más recientes fue la cuarta edición de Destroyal Alajuela 2016, en la que tocaron nueve grupos nacionales y fue patrocinada por 27 marcas.
Para Randy Parker, fundador de la tienda PuriTICOSkate, el skateboarding le dio a su vida más de lo que esperaba.
"Desde hace mucho le aposté todo a una patineta. Logré combinar mi estudio, mi trabajo en la fotografía y la producción audiovisual. Ganarse la vida con algo mal visto en Costa Rica me ha dado todo lo que siempre he querido ser; en esto estoy hasta que me muera", explica.
Navidad del 85. Ese fue el año en que Esteban Quesada comenzó a patinar, cuando salía de sexto grado. “Lo que me capturó fue la libertad que me daba patinar”, confiesa.
Esa libertad está condicionada por un código en la Ley de Tránsito que les prohibe a los patinetos la circulación en las vía pública. "La calle es donde nació el skate , ahí pertenece", dice Rafael Sanabria, quien es patineto y filólogo.
El problema es que la calle no es un lugar donde se permita patinar. Tampoco se puede en la plaza de la Cultura ni en los parques de San José, como el Morazán o el Nacional, ni en el alajuelense Juan Santamaría; eventualmente, cada quién logra encontrar un escondite donde pueda practicar sin la intervención de la Policía.
El jefe de Tránsito, Mario Calderón, justifica esta restricción por un tema de seguridad para los peatones y para los propios patinetos; sin embargo la falta de diálogo entre los skaters y las entidades públicas ofende a este grupo.
"Muchas veces una municipalidad hace un skatepark sin consultarnos qué es lo que necesitamos. Entonces también terminan siendo lugares peligroso para rodar", manifiesta José Murillo, patineto.
Con esta reflexión está de acuerdo Ligia Fallas, diputada del Frente Amplio, quien opina que en este país falta una reestructuración vial.
"La calle es de todos, el problema es que no hay cultura vial. Hasta para un peatón es peligroso transitar, porque aquí los carros dominan las carreteras, y no dejan espacio para otro tipo de transporte", explica Fallas.
Además, se les entiende poco. "Vivimos en una ciudad donde la mirada joven se mueve mucho más rápida; no todos los adultos comprenden eso. Si alguien no puede utilizar el mobiliario urbano se va a sentir rechazado. Además, vivimos en un lugar que funciona por estigmas. En ocasiones, la única forma de salir ileso es vestir de traje entero y corbata, pero así no es como debe operar la ley", agrega, por su parte el sociólogo Julio Solís.
"Ese grupo de skaters que uno ve andando por la calle reafirma nuestra sociedad, y reflejan la diversidad en la que vivimos. Hay que escucharlos, acondicionar los parques de forma que sean incluidos, después de todo, no le están haciendo un mal a nadie", dice.
Para Simón Flores, quien empezó a patinar en 1989, el skate es una actividad que toma todo el día, desde salir a patinar por la ciudad, buscar dónde comer, tomarse una cerveza o un café, escapar de la lluvia. "Quienes nos enamoramos del skate éramos los bichos raros del cole, a quienes no invitaban a las fiestas ni jugábamos botellita. Éramos los que escuchábamos música rara, los que vestíamos diferente. Lo que me atrapó fue ese mundo paralelo, con sus propias reglas, donde no importa el apellido ni la condición social; importaba que fueras bueno".
Además, el skate tiene sus beneficios: a Rafael Sanabria, según afirma, le alineó la columna vertebral y "la vida"; a Randy le dio una familia con la que comparte un mismo idioma, "basta patinar para entendernos", y a Daniel Solís le mantiene la mente activa.
"Lo más importante es estar más afuera que dentro. Hay niños, niñas, adolescentes, adultos que pasan encerrados; pero no hay nada más triste que una ciudad sin personas tratando de disfrutarla. Nosotros, los skaters, vemos posibilidades donde los demás ven concreto", comenta Solís, graduado en economía ambiental de la Universidad de Costa Rica, y quien realiza su tesis de arquitectura sobre movilidad en el espacio público.