One Froggy Evening ( Fantasías animadas I ) es el nombre de esta obra y de la fábula de la Warner Bros (1955), considerada el quinto mejor corto animado de la historia. Se expuso recientemente en la Fundación de Cultura, Difusión y Estudios Brasileños (de la Torre Mercedes, 100 m al oeste y 125 al sur. Teléfono 8422-1438). Realizada en el 2012, la obra es muy representativa ya que encaja en todas las series en las que trabajo y cuyo nexo es el mundo de mis recuerdos, que represento en forma de fotografías.
Por un lado, la serie Merienda recrea mi memoria televisiva; por otro, Cambios cuenta cómo viví –mediante objetos o situaciones– los avances tecnológicos durante mi infancia, en mi natal Buenos Aires, en los años 70 y 80. En esta obra aludo al pasaje de la televisión en blanco y negro a la imagen a todo color. Hasta este cuadro, la elección de los personajes eran actores de carne y hueso: Batman y Robin, el Superagente 86 o el Sargento García, entre otros.
Llegó el turno de las fábulas y planteé una miniserie : Fantasías animadas I, II, III y IV en un formato de 80 x 80 cm. El objetivo fue contar cómo viví este cambio de cuatro formas distintas, pero durante una misma tarde de junio de 1978, mientras merendaba frente a mi televisor. La fecha está en el marco de la foto tal y como se hacía en la época. En la parte inferior aparecen la hora y la temperatura, algo muy distintivo de la pantalla del canal 11 (Argentina) que pasaba las caricaturas.
Para escoger al personaje que representaría primero el mundo de las fábulas, pasé por todos los obvios, pero, cuando me reencontré con la rana, la conexión fue inmediata. Consciente de que la elección no era muy popular, me adentré en un desafío personal y resultó ser más complicado que lo esperado.
Yo quería que la escena se viera como un recuerdo cinematográfico. Modificando el estilo original de la caricatura de muros inclinados y puertas torcidas, y dándole volumen a las caricaturas planas, todo tendería a humanizarse. Si exageraba con la razón, perdería la magia de la fábula: aquí estaba el mayor inconveniente. Por un lado, yo debía contar la historia del corto, para lo que me apoyé en el recurso de los carteles; por el otro, debía aludir al cambio del color.
La historia original va del éxtasis y la alegría a la más profunda decepción. Equilibré la felicidad del relato con la nostalgia de los grises azulados y sepias; y la tristeza, la frustración y la desilusión, con el color.
Preparé la tela con texturas hechas con capas de pintura. Con un celeste de fondo, le di el color básico con acrílicos a cada elemento. Muchas capas casi traslúcidas de luces y sombras, y la mezcla de color, aportaron las texturas y los reflejos. Entre capa y capa apliqué pintura hecha con asfalto que le da, entre otras cosas, el tono nostálgico del recuerdo.
La base de mi trabajo está en la mancha y su control, sin que esta pierda la espontaneidad. Todo radica en detenerme a tiempo y en dar el límite morfológico y la transparencia deseada. El pincel fino pone al fin el foco en algunos puntos y le da la definición final mediante los claros y los oscuros más absolutos.
El proceso técnico y conceptual es sumamente meticuloso y detallista, pero finalmente desaparece ante la contundencia de la imagen. En esta, cada componente se une para construir un profundo relato cargado de humor, emoción y nostalgia.