Ni el haber delimitado por mucho la línea musical con respecto a sus tres ediciones anteriores hizo que el festival perdiera brillo.
Grupos de amigos de 25 o más integrantes, hasta quienes quisieron disfrutar del evento en solitario, estuvieron en La Guácima en busca de buena música.
Si a eso se le suma que el clima fue benévolo, la conclusión es sencilla: quien vino al festival no pudo pasarla mal.
Quizá, por eso, hasta un conato de lluvia se apagó para no bajar los ánimos y dar paso más bien a la ya conocida alta temperatura de esta zona alajuelense.
Álvaro Artavia contó sobre la afición de la familia por la música: “Hemos ido a muchos festivales en varios países y hoy vengo con mis hijos adolescentes”, explicó mientras aguardaban sentados en el piso los primeros conciertos de la jornada.
Con el pasar de las horas, y especialmente al final de la tarde, La Guácima dejó el ambiente distendido, ese que sirvió para que muchos llenaran sus estómagos con la gran variedad de puestos de comida distribuidos por el autódromo.
Con la entrada de la noche La Guácima lucía prácticamente llena y con más de la mitad de toda la cartelera cumplida.
Para ese momento, Daniela Arias, Kenneth Hernández y otros más de Tilarán de Guanacaste gozaban al ritmo de Cypress Hill y The Flaming Lips.
También lo hicieron un buen grupo de mexicanos, que ondearon la bandera de su país por todo el autódromo, así como tres amigas europeas que pasean por el país y el infaltable éxodo de decenas de centroamericanos que desde su primera edición quedaron enamorados del festival.