El civismo viaja en un bus de siete toneladas que culebrea por las cuestas de Acosta, en la sierra cafetalera costarricense. El civismo viste con pantalón de mezclilla y camisa con logo de autobusero. Tiene una sonrisa fácil y conoce a todos sus pasajeros, por nombre o por parada.
El pasado domingo, a las 6 p. m., el civismo estacionó el bus en una cuesta cercana a Acosta, le puso el freno a la máquina, e invitó a 35 desconocidos a ponerse en pie y cantar con orgullo el Himno Nacional. Algunos tenían los audífonos puestos y no le entendieron, otros creyeron que se habían quedado varados. Segundos después, el coro fue sumando voces, y del fondo de la nave se escuchó una voz que cerró la estrofa con un ¡Viva Costa Rica!
Desde entonces, y gracias a las redes sociales, el civismo tuvo nombre: Rafael Calderón Hernández, un acosteño de 62 años y papá de 10 hijos, al que le falta aprobar Mate para ser bachiller. Ha sido panadero, cogedor de café y chofer.
Cuenta que el pasado domingo tenía ese gusanillo de honrar a la patria, porque había vivido una fiesta de colores e ideologías, sin insultos y con respeto. Esa sensación de que todos somos hermanos, pese a las diferencias, lo motivó a cantar, aunque lo tildaran de loco.
Rafael Calderón agrega que el país “está corrupto, está podrido”, por casos como la trocha o la platina, y para él, solo el voto puede representar un cambio.
Y este 6 de abril, día de la segunda ronda electoral, ¿cantará el himno? “Si hay que hacerlo, lo hacemos”. FOTO: Diana Méndez.