San Rafael de Varablanca. Luego de que el terremoto dejara su casa y lechería sepultadas en un barranco, Mario Morales y su esposa, Flora Rodríguez, se enfrentaron con una de las decisiones más difíciles de sus vidas.
Tenían que decidir entre construir la nueva casa o la lechería.
“Ella quería la casa, pero yo le dije: qué hacemos con casa si no tenemos con qué vivir. Levanté la lechería”, cuenta Morales.
Según dijo, la opción se presentó gracias a un dinero que les pagaron por el derecho de vía para hacer el nuevo trazado de la calle.
Este matrimonio, así como un anciano al que adoptaron desde hace 18 años, son parte de las familias que esperan ayuda estatal para tener una nueva vivienda.
La pareja habita una casa de 18 metros cuadrados donada por la ONG Un Techo para mi País. Ahí, en el pequeño espacio, convive el televisor a la par de la máquina de moler el maíz, la ropa, la lavadora y las imágenes de santos.
Pero el mayor problema es que cuando llueve o cae mucho sereno, la cama termina mojada.
La filtración de agua también ha provocado que las paredes se llenen de moho, lo cual afecta la salud de doña Flora, quien es asmática.
“No sufro por mí. La verdad, uno va de salida. Sufro de ver que mis nietos tengan que vivir en estas condiciones”, dijo, entre lágrimas, mientras palmeaba una tortilla.
Don Mario reconoce que su esposa vive afligida, pero él no puede solucionar el problema. Las 12 vacas lecheras que tiene apenas les dan lo necesario para comer.
En condición aún más crítica está Carlos Luis Méndez, de 73 años, el anciano adoptado. Para él no hay espacio en la casa, por lo que tuvieron que abrirle un campo en la galera donde comen las vacas.