Es mediodía en Guanacaste, la temperatura supera los 30 ° C y José Bonilla se apresta, con el paso lento de sus 70 años, a iniciar el ritual diario de obtener el agua para su familia.
Todos los días, este vecino de El Bambú, en Carrillo, debe encender una bomba para extraer el agua de un pozo artesanal que cavó en su patio y esperar que el líquido fluya por las tuberías.
“No hay agua potable; ahí se puede ver el pozo; con eso nos mantenemos nosotros. Cada quien cuida el suyo a su manera, pero existen algunos pozos que no reúnen los requisitos de sanidad”, dice Bonilla en un polvoriento corredor.
Unos cuantos kilómetros al este el panorama es más grave, 700 familias del precario Martina Bustos, en Liberia, dependen de tubos instalados en esquinas para paliar sus necesidades.
“Aquí quitan el agua hasta una semana o hay veces que dilatan más de una semana en ponerla; no sé cuál es el problema porque son tubos públicos”, narró Nelson Obando, vecino de ese precario.
“Llevamos dos meses sin agua; tenemos que ir a recogerla hasta abajo. En cualquier parte el agua es lo primordial”, expresó Ana Yancy Quesada, otra vecina.
Para agudizar la situación, ahora no llega agua ni de lluvia. Ayer la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) emitió una alerta amarilla para Guanacaste, debido a los efectos de la sequía que trajo consigo el fenómeno El Niño.
Según el Instituto Meteorológico Nacional (IMN), en julio solo cayó el 1% de la cantidad de lluvia que se tenía proyectada.
La situación ya ha provocado pérdidas estimadas en al menos ¢10.500 millones en el agro y el sector pecuario.
Infraestructura. De acuerdo con Acueductos y Alcantarillados (AyA), en Guanacaste hay 116 comunidades –donde residen 37.100 personas– sin agua potable. Llevar el líquido a estos sitios requiere una inversión de $35 millones para más pozos y tubería.
“Infraestructura de agua, eso es número uno, número dos y número tres”, afirmó Priscila Solano, presidenta de la Cámara de Turismo de Guanacaste (Caturgua).
Con ella coincide Carlos Cantillo, alcalde de Carrillo.
“Se ha vendido un concepto erróneo al país y al ciudadano de que no hay agua. Agua sí hay, lo que no hay es infraestructura”, dijo.
Solución lejana. La escasez ocurre en la misma región que ve irse al mar 500 millones de metros cúbicos (m³) de agua por año de los canales de riego, según estimó el Servicio Nacional de Aguas Subterráneas, Riego y Avenamiento (Senara).
Un embalse de 900 hectáreas sobre el cauce del río Piedras en Bagaces, con capacidad para almacenar 80 millones de metros cúbicos (m³) de agua, sería la salida. El estanque recogería el agua del embalse Arenal que viene por canales y la del río. El proyecto tiene más de 25 años de estar engavetado en Senara y el nuevo Gobierno desea revivirlo.
“Nadie ha querido asumirlo; esto implica un estudio bastante amplio y, lógicamente muchos recursos”, comentó Yamileth Astorga, presidenta ejecutiva del AyA.
El proyecto solo cuenta con un estudio de factibilidad y una evaluación ambiental preliminar.
“No se pretende que el proyecto esté construido en esta administración porque es a largo plazo, pero , al menos, contar con todos los estudios previos”, manifestó Patricia Quirós, jerarca del Senara.
Senara estima el costo del embalse en $100 millones y la obra permitiría llevar agua a Carrillo, Santa Cruz, Nicoya, Nandayure, Cañas, Bagaces y parte de Liberia. También aumentaría en 12.500 hectáreas la capacidad de riego.
“Es importantísimo porque hay que pensar en el largo plazo y si hablamos de los próximos 35 años lo que se avecina es un cambio climático ”, afirmó Luis Felipe Arauz, ministro de Agricultura.