Monseñor Hugo Barrantes fue el encargado de presidir la ceremonia, que se extendió desde las 9 a. m. hasta las 10:55 a. m. El templo josefino estuvo lleno de fieles, quienes siguieron la liturgia.
Para muchos resultó particularmente interesante ver el desfile de los sacerdotes, muchos feligreses aprovecharon para retratarlos con sus teléfonos móviles, cámaras digitales y grabadoras de video.
Las lecturas fueron de los libros de Isaías, Apocalipsis y el Evangelio de San Lucas. Los textos bíblicos abordaron temáticas como la unción, directamente relacionada con la celebración de la Misa Crismal.
El obispo Barrantes comenzó la homilía felicitando y mostrando gratitud a sus sacerdotes, por estar siempre dispuestos en trabajar en la obra de Dios. En sus palabras hizo una analogía entre el aceite que se emplea en actividades como el bautismo.
Dijo que este bálsamo ablanda las manos y que espera que simbólicamente también ablande las almas. Las manos del sacerdote son ungidas, a través de sus manos sanamos (…) Que las manos (de los curas) sean instrumento de bendición”, afirmó el obispo de San José durante su mensaje.
Mientras los católicos reunidos prestaban atención, Monseñor Hugo Barrantes le recordaba a sus colaboradores y los fieles que los ordenados están llamados a servir, deben procurar el diálogo, necesitan vivir para los demás, no deben adorar a nadie más que a Dios y sostener una relación de amistad con Cristo.
Las palabras del arzobispo pusieron especial énfasis a la misión de los sacerdotes: amar, servir y evangelizar. Concluyó la homilía pidiéndole a Jesús, el buen pastor, que continúe dando muchos y buenos sacerdotes.
Como parte de la liturgia de la Misa Crismal, Monseñor Hugo Barrantes le preguntó a sus sacerdotes si querían continuar fieles, desempeñando su misión y dispuestos a renovar su sacerdocio, a lo que todos respondieron con un “sí, queremos”.
Delante del Arzobispo Barrantes se presentaron luego distintas ánforas con aceite de olivo. El sacerdote Mauricio Víquez explicó que en el caso del crisma se trata del aceite del olivo mezclado con perfume.
La actividad se desarrolló con mucha solemnidad, en especial al momento en que Monseñor Barrantes simbólicamente sopló sobre las ánforas. Ese acto simboliza al Creador que dio la vida.