Un accidente de tránsito cambió las horas de juego de Shirley Ordóñez Jhon, por jornadas entre hospitales, operaciones y rehabilitación, desde el año pasado.
Luego de un atropello que sufrió cerca de su casa, esta chiquita de 10 años entró al Hospital Nacional de Niños, donde los médicos tuvieron que amputarle su pierna derecha (de la rodilla hacia abajo) y colocar una prótesis que “le lastima y la cansa muchísimo”, según cuenta su mamá, Kathia Jhon.
Todos estos gastos médicos y la rehabilitación de Shirley han sido cubiertos gracias a un seguro obligatorio del Instituto Nacional de Seguros (INS), de ¢6 millones.
Sin embargo, los ortopedistas recomiendan sustituir la pieza actual del pie por una de carbono, que se ajuste mejor a las necesidades de la menor; pero no hay dinero en la póliza para cubrir con ese gasto.
“Por ser una menor de edad, el seguro se duplica hasta ¢12 millones, lo que pasa es que hay un agotamiento de la póliza. Ella seguirá recibiendo atención médica como corresponde, pero no podemos hacer la compra de la prótesis a un externo”, explicó la doctora María Cecilia Arguedas, encargada de Rehabilitación del INS.
En apuros. El costo de la prótesis que requiere Shirley ronda los ¢4,5 millones, pero las dificultades económicas de esta familia hacen imposible su financiamiento.
“Me separé de mi esposo porque él nos agredía; ahorita estoy sin trabajo. Sí debo reconocer que la gente nos ayuda con comida, porque hay días que yo no sé qué hacer”, narra Kathia Jhon.
Hay mañanas que Kathia se levanta sin saber cómo llevará el plato de comida a la mesa . Aunque ha dejado currículos en varios lugares de trabajo, sigue en condición de desempleada.
“Por más que he ido a buscar trabajo, la situación es difícil, estoy necesitada de trabajo, pero nada que consigo. Yo desearía cualquier puesto, en lo que sea”, explicó la madre de Shirley.
Dentro de su rutina, también narra lo difícil de cumplir con todos los gastos económicos para dar abasto con los útiles y las tareas que piden en la escuela.
“El maestro me manda mensajes diciendo que hacen falta libros y materiales, pero viera qué difícil es pagar libros que cuestan ¢8.000, útiles, uniformes. Por eso es que a mí me urge un trabajo”, afirmó Jhon.
Este año, Shirley volvió a la escuela, camina con dificultad y su madre aún recuerda a la maestra, Criselda Arias, quien la visitaba todos los días, de 10 a. m. a 12:30 p. m., después del accidente, para que no perdiera el curso.
El sábado pasado, Shirley Ordóñez regresó a la sala de operaciones, debido a que los cirujanos deben ajustar el tamaño del hueso a la prótesis por el crecimiento natural de la niña.