Tampa, Florida (La Nación, Argentina. GDA). Hay signos de que mejora en las encuestas. Pero lo peor que le ocurrió al candidato republicano Rommey en su "oportunidad de oro" para seducir a los norteamericanos fue que su invitado estrella, el actor Clint Eastwood, se llevó los comentarios de la noche con una dudosa parodia de un diálogo con el presidente Barack Obama, simbolizado con una silla vacía.
"Esta silla está ocupada", respondió, rápido de reflejos, el equipo de campaña del presidente. El breve texto se difundió por Internet, acompañado por una foto en la que se ve a Obama sentado en su sitio y fue una muestra de lo servida que quedó esa pelota para ser devuelta.
En cuestión de minutos, una cuenta de Twitter alusiva ganó decenas de miles de seguidores con chistes de todo tipo, burlándose del republicano.
"Puede que estemos frente a uno de los íconos del debate que viene" era anoche el comentario, ante la idea de que la silla vacía dará mucho que hablar.
Pero los primeros indicios revelan que el equipo de Romney preferiría sacarse ese saco de encima, mientras los demócratas están más que felices.
"Eastwood le acaba de hacer el mejor regalo a Obama", decían.
"Me encanta Eastwood", afirmó, horas después, el principal estratego de la campaña demócrata, David Axelrod, sin poder contenerse.
La expresión confirmó que el "control de daños" que ensayó la gente de Romney para frenar el efecto nocivo de la parodia no daba resultado.
El esfuerzo incluyó un comunicado para explicar que los dichos del actor no formaban parte de su guión oficial de la noche.
No todos lo aceptaron: "Los actores necesitan un guión", dijo Mike Murphy, un ex asesor de George W. Bush.
Fue la comidilla que se robó la noche de cierre de la convención republicana, una de las mejores oportunidades que tenía Romney para abogar por la opción personal que quiere ofrecer para "despedir al presidente Obama", "dar vuelta la página" y recuperar el "destino" del país.
A las 20.000 personas que estaban dentro del estadio, lo de Eastwood -el ícono del vaquero del país profundo- les encantó.
La duda son los 20 millones que, según las mediciones de audiencia, lo siguieron por televisión.
La noche tuvo sus aciertos. Romney encontró un buen tono: astutamente, evitó mostrarse molesto con Obama, un presidente que, pese al desencanto con sus promesas incumplidas, sigue siendo enormemente popular.
Más bien, se mostró melancólico: "Me hubiese gustado que le fuera bien, pero eso no ocurrió", dijo.
Los primeros sondeos le reconocen que fue exitoso en exponer el "desencanto" con la gestión demócrata, pero no tanto a la hora de presentar una alternativa. Muchas palabras -las mismas que le reprocha al presidente- pero poco sustento.
En los 67 días que quedan hasta las elecciones, su principal desafío será romper el lazo emocional entre Obama y la masiva ola de votantes que lo respaldaron en 2008.
Un vínculo desgastado por las promesas incumplidas, pero que aún existe. O como lo explicó una mujer que votó al presidente ante las pantallas de la CNN. "Por supuesto que no estoy feliz con esto, pero eso no significa que esté lista para el divorcio", sintetizó.
El senador Marco Rubio pareció captarlo muy bien. "Que esto quede claro: nadie dice que Obama sea mala persona. Tiene un buen corazón y una linda familia a la que quiere mucho. El problema es que es un mal presidente", subrayó.
Puestas en duda en estos días, se sabe que las convenciones partidarias -esa tradición de oro de la política norteamericana- suelen concitar un pico de atención que, naturalmente, se refleja en una suba de la imagen del candidato en las encuestas.
Los primeros sondeos del impacto de la noche para Romney no parecen muy alentadores.
Sólo poco más de un tercio de los consultados por las cadenas de televisión dijeron que la fiesta partidaria les había dejado una impresión favorable. En todo caso, no se trata de encuestas formales y habrá que esperar resultados más sólidos.
Lo otro que llamó la atención fue lo rápido que se olvidaron algunas consignas estrellas del encuentro. El famoso reloj para medir el crecimiento de la deuda pública durante los cuatro días se presentó como uno de los íconos del encuentro, una vía excelente para subrayar el clamor de una mejor economía que defiende Romney.
Arrancó en cero y ayer cerró por arriba de los $8.300 millones. Una cifra escandalosa, por donde se la mire. Nadie dijo nada y, a estas horas, lo deben estar desmontando ya, junto con los globos, el cotillón y el papel picado.
La semana que viene es el turno de los demócratas y luego la serie de debates entre candidatos, uno de los momentos más esperados para inclinar la intención de voto, en una campaña que, hasta ahora, se mantienen en empate técnico.