Argel. EFE En la guerra entre las tropas del coronel Muammar Gadafi y los rebeldes libios que quieren derrocarlo, el infierno está hoy en la ciudad costera de Misrata, bastión insurgente sitiado desde hace dos meses y sometida a un bombardeo incesante, especialmente intenso en las últimas 72 horas.
Desde el jueves al alba los misiles Grad , los obuses de diferente calibre y las bombas de varios tipos han caído como lluvia y de forma indiscriminada sobre la ciudad.
El terror y la destrucción se escenifican en Misrata, con casas en ruinas o parcialmente derrumbadas, muros con decenas de impactos de proyectiles, calles bloqueadas por escombros, vehículos calcinados, llamas, columnas de humo negro y el caos en el más amplio sentido de la palabra.
La situación empeora cada día en la ciudad, donde no hay agua corriente, electricidad ni medios de comunicación, mientras que escasean los alimentos.
El puerto, la única vía de esperanza de la ciudad y por donde llega la ayuda a sus habitantes, fue cerrado el viernes debido a los bombardeos.
Mohamed Jassem, vecino de Misrata, explicó en declaraciones a Al Jazeera que las fuerzas leales a Gadafi bombardean la ciudad al alba y a la caída de la noche y se esconden durante el día para evitar ser atacadas por los aviones de la OTAN que sobrevuelan la zona.
Por su parte, los rebeldes anunciaron ayer que han conseguido refuerzos de tropas armadas y “muy bien entrenadas” así como aprovisionamientos que se dirigen a Misrata.
El jefe militar de la rebelión declaró a la cadena Al Arabiya que han obtenido armas y municiones, sin precisar la procedencia de estas, y que los rebeldes están a las puertas de la ciudad portuaria y petrolera de Brega, en la que prevén tomar el control “en las próximas horas”.