El nivel de violencia ha causado al menos 25 muertos desde el viernes, entre ellos siete empleados extranjeros de la ONU que fueron linchados ese día cuando una turba atacó el complejo de Naciones Unidas en Mazar i Sharif, una ciudad del norte.
Pese al ataque, el representante especial del secretario general de la ONU en Afganistán, Staffan de Mistura, aseguró el sábado por la noche que este ataque y el asesinato de los siete empleados “no afectará la presencia y las actividades de la ONU” en el país.
Ayer, además, el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo que la profanación del Corán es un “acto de intolerancia extrema” , y envió sus condolencias a las familias de las personas muertas en el ataque contra la ONU.
De Mistura señaló una posible reubicación de los empleados en el interior del país en función de las condiciones de seguridad, pero desechó una evacuación.
El pastor evangélico Terry Jones quemó en marzo un ejemplar del Corán en el interior de su iglesia en Gainesville (Florida), hecho que desató el enojo afgano.
El religioso había desistido de tal acción meses atrás debido a las fuertes reacciones que sus planes causaron en el mundo musulmán.
Ayer, el hospital de la capital provincial Kandahar recibió “36 personas heridas por piedras y por balas, de las que dos son policías”, declaró el doctor Abdul Qayum Pahla, director de Sanidad local.
El doctor Pahla precisó que los heridos venían de los distritos de Panjwayi Zahrai, Dand y de la ciudad de Kandahar, algunos en estado crítico luego de choques con la Policía que fue enviada a controlar a los manifestantes.
En un comunicado divulgado ayer, el gobernador de Kandahar indicó que ordenó a todas las fuerzas de seguridad “que protegieran a los manifestantes y los lugares públicos o privados contra los que intentan hacer que las manifestaciones se descontrolen”.
El sábado 10 personas murieron y 83 resultaron heridas en la ciudad de Kandahar en una violenta manifestación infiltrada, según las autoridades provinciales, por insurgentes talibanes armados.