La líder democrática consideró sinceros los esfuerzos del presidente Thein Sein, pero fue incapaz de augurarle éxito a largo plazo.
“Ha habido cambios, pero no creo que todos seamos completamente libres. Todavía hay un largo camino por recorrer”, explicó en la deteriorada sede de la Liga Nacional por la Democracia (LND, hoy disuelta), con la que entró en política hace ya más de 20 años.
“He dicho siempre que soy una optimista prudente y sigo siéndolo. Creo sinceramente que el presidente quiere promover cambios positivos, pero saber hasta qué punto lo logrará, habrá que estudiarlo”, declaró Suu Kyi.
En marzo, la junta que encabezó el general Than Shwe, en el poder desde 1992, decidió separarse y pasó las riendas del Gobierno a Thein Sein, uno de los muchos jefes militares que han dejado el uniforme para dirigir este régimen “civil”.
El Parlamento surgido de las controvertidas elecciones de noviembre fue convocado, sordo a críticas que denunciaban irregularidades en los comicios y la exclusión de Suu Kyi, liberada una semana luego de la elección tras siete años seguidos de arresto domiciliario.
Thein Sein recibió a Aung San Suu Kyi en Naypyidaw, posando debajo de una foto del padre de la opositora, el general Aung San, héroe de la Independencia, asesinado en 1947 y única personalidad admirada en este país de forma unánime.
Nada se ha sabido del diálogo, pero “tenemos mucho, muchas cosas en común, en cuanto a lo que queremos que ocurra en nuestro país”, expresó la opositora.
La activista, fiel a su culto de la no violencia, que le ha valido ser comparada con Mahatma Gandhi, excluye de su proyecto cualquier tipo de movimiento que no sea estrictamente pacífico.
“Necesitamos una revolución del espíritu. Sin que cambien las actitudes, sin que cambie la percepción (de las autoridades) de los problemas que enfrentan, no habrá un cambio verdadero. Una insurrección como las de Oriente Medio es por tanto inadecuada”, afirmó.
Los últimos grandes movimientos populares en Birmania, en 1988 y el 2007, fueron violentamente reprimidos por la junta y tampoco trajeron reformas, en un país con más de 2.000 presos políticos.
Suu Kyi boicoteó la elección del 2010, primera convocada desde la que ella ganó en 1990 sin haber podido ejercer nunca el poder.