Seúl. AFP. Un año después de la muerte de su “gran líder” Kim Jong-il, la pequeña esperanza suscitada por la llegada al poder de su joven hijo, Kim Jong-un, se ha esfumado y Corea del Norte, con su régimen comunista, sigue siendo hermética, aislada e indigente.
Con solo 30 años, su hijo pudo provocar ilusiones y dejar pensar que aportaba vientos de cambios en su país, cuya economía está bajo transfusión china, y donde millones de personas pasan hambre.
Pero hasta ahora ese cambio solo ha sido anecdótico; y peor aún, Norcorea ha humillado a las fuerzas que la combaten al burlar los sistemas de observación más sofisticados para hacer despegar un cohete que el mundo pensaba en proceso de desmantelamiento.
“Ha seguido las enseñanzas de su padre, con respecto a las pruebas de misiles, intentando al mismo tiempo encontrar su estilo de dictador”, dice Cheong Seong-Chang, de la universidad Sejong en Seúl.