Katmandú. AFP El suizo Ueli Steck, uno de los alpinistas más famosos de su generación y poseedor de varios récords de velocidad, resbaló y falleció este domingo en el Everest a los 40 años, anunció la Federación de Alpinismo de Nepal.
“Esta mañana tuvo un accidente en el Nuptse y murió. Parece que resbaló”, declaró el presidente de la Federación de Alpinismo de Nepal (NMA), Ang Tsering Sherpa, refiriéndose a una de las montañas satélite del Everest.
Apodado la “máquina suiza” debido al ritmo endiablado de sus ascensiones, Steck también fue centro de una disputa en el 2013 con sherpas sobre la técnica que se debía adoptar para la ascensión del Everest.
Steck se hallaba en el Himalaya en plena fase de aclimatación antes de tratar de conquistar el techo del mundo en mayo usando una nueva ruta.
“Su cuerpo fue trasladado a Lukla en helicóptero y lo llevarán a Katmandú”, precisó Ang Tserin Sherpa. Lukla es un pueblo cerca del campo base del Everest.
“Su compañero sufría congelamiento y él tuvo que continuar solo”, dijo. “Intentamos saber más sobre lo que ocurrió”, añadió.
El accidente se produjo “el domingo muy temprano a 1.000 metros del Campo II” de Nuptse, precisó Dinesh Bhattarai, director del departamento de Turismo nepalí.
“Otros alpinistas que ascendían el Everest lo vieron y llamaron a los cuerpos de rescate”, continuó.
El deportista rozó varias veces la muerte como en su subida en 28 horas de la cara sur del Annapurna en 2013.
Los homenajes se han multiplicado tras el anuncio de su muerte. El alpinista británico Kenton Cool, que conquistó el Everest en 12 ocasiones, dijo en Twitter que Ueli Steck era “un hombre que nos mostró que todo es posible en las montañas y más allá”.
Carpintero de profesión, nació el 4 de octubre de 1976 en Langnau im Emmental, al este de Berna, en una familia muy vinculada al deporte. A los 12 años se apuntó al club alpinista suizo y desarrolló una fascinación por “el contacto con la naturaleza y los acantilados”.
Cuando alcanzó la edad adulta, puso los cimientos de sus futuros récords ascendiendo la cara norte del Eiger (3.970 m).
“Desde entonces comencé a practicar sistemáticamente el alpinismo en mi tiempo libre. Por el contrario, nunca pensé en convertirme en profesional un día”, dijo en 2015 el prodigio suizo en una entrevista con AFP.
“No busco que se hable de mis récords, es mi placer personal lo que guía mis pasos”, añadió.
Muy rápido, sus proezas se hicieron famosas. Con la llegada de los primeros patrocinadores, Steck , entonces en la treintena, decidió dedicarse a tiempo completo al alpinismo. Se sometió a duros entrenamientos, con la ayuda de un fisioterapeuta, privilegiando la resistencia sobre la técnica.
Gustaba alejarse de los medios de comunicación durante sus ascensiones para poder tomar “la decisión correcta en una pared”. Afirmaba que el dinero y la gloria nunca le habían importado, y que estaba satisfecho con que sus ingresos superaran su antiguo salario de carpintero.
Sus detractores señalaban la ausencia de pruebas de GPS o fotografías para dar veracidad a algunas de sus hazañas. Su respuesta: “Hay mucha envidia y tengo que aceptarla”.
“Hago todo esto por mí antes que por el resto”, añadió a la AFP.
En 2013, Steck se encontró en el medio de una polémica cuando él y otros dos alpinistas occidentales llegaron a las manos con los sherpas del Everest debido a una disputa sobre la técnica que se debía adoptar para la ascensión.
En mayo de 2016 encontró junto con otro alpinista, David Goettler, con el que preparaba la ascensión de Shisha Pangma, los cuerpos del alpinista estadounidense Alex Lowe y su camarógrafo en un glaciar en el Himalaya, 16 años después de su desaparición en una avalancha.