Riad. EFE. El ministro saudí de Defensa, el príncipe Salman bin-Abdelaziz, confirmó ayer los pronósticos que lo señalaban como favorito para convertirse en el heredero al trono de Arabia Saudí, en una designación relámpago que evidencia su prestigio dentro de la familia real. No se espera que el príncipe Salman introduzca grandes rupturas respecto al actual monarca, Abdalá bin-Abdelaziz, en un país que se mueve con pies de plomo.
Sin embargo, desde su nuevo puesto en la línea sucesoria, deberá demostrar las dotes negociadoras que ha ejercitado a lo largo de su más de medio siglo como gobernador de Riad, donde se curtió en política local y tratos con las tribus.
Nacido en 1935, los escasos conocedores de los herméticos pasillos de la realeza saudí le atribuyen una gran influencia sobre el resto de sus hermanos, por lo que su nombre saltó automáticamente después de la muerte, el sábado, del anterior heredero, el príncipe Nayef.
A diferencia del conservadurismo de este último, a Salman se le percibe más próximo a la tímida línea aperturista del actual monarca, dentro de los rígidos dogmas que gobiernan el reino wahabí donde prevalece una interpretación rigurosa del islam.
El analista saudí Abdulaziz al-Jamis recordó que el príncipe Salman “tiene fuertes relaciones con la esfera religiosa en Riad, por lo que lo más seguro es que haya una continuidad”.
Salman bin-Abdelaziz al-Saud es el hijo número 25 del fundador del país, Abdelaziz al-Saud, y fue criado en el palacio en Riad, donde acompañaba a su padre, junto a sus hermanos, en las audiencias a los mandatarios extranjeros.
En 1955 fue designado gobernador de Riad, entonces un pequeño oasis en plena península arábiga y hoy una próspera metrópoli impulsada por los dólares del petróleo.