“Cuando uno no está de acuerdo con una organización de la que, además, no ha elegido formar parte, lo más lógico es salirse de ella”, explicó Damien Spleeters.
En Bélgica, un país mayoritariamente católico, Spleeters, de 24 años, forma parte de un número creciente de católicos enojados con la Iglesia, protagonista de un masivo escándalo de pedofilia.
Spleeters escribió el año pasado al obispo de Tournai (oeste), del que depende la parroquia en la que fue bautizado, para anunciarle que no deseaba que la Iglesia siguiera “hablando en su nombre” y pedirle que su nombre fuera “borrado” del registro de bautizos.
De los diez millones de belgas, 60% está bautizado. Según un sondeo publicado esta semana, solo 8% de la población confía en la Iglesia, ante 28% en octubre de 2009.
En la práctica, la renegación del bautismo, un fenómeno que se ha extendido en el mundo con la proliferación de grupos ateos que ofrecen su apoyo en Internet, consiste en escribir a la parroquia donde uno fue bautizado para que se anote en el registro que el antiguo fiel ha dejado la Iglesia.
De esta forma, el “desbautizado” ya no puede casarse o ser enterrado por la Iglesia o convertirse en padrino o madrina.