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Los ataques perpetrados este fin de semana por militares golpistas y milicias armadas contra Bengasi, la segunda ciudad de Libia, y la sede del Parlamento libio en Trípoli, han dejado al descubierto una vez más el desconcierto político y la inseguridad que impera en el país.


El secuestro del primer ministro libio, Ali Zidan, el jueves, por pistoleros que lo sacaron de su hotel y lo mantuvieron cautivo durante varias horas, puso de relieve la anarquía reinante en el país norafricano dos años después del derrocamiento del dictador Moamar Gadafi.