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Los alemanes solían decir en broma que el gusto de la canciller Angela Merkel por la comunicación a través de mensajes de texto señalaba el fin efectivo de la historiografía tradicional. Pues bien, parece que al menos las agencias estadounidenses de espionaje se han preocupado por llevar un cuidadoso registro de estas comunicaciones reservadas, tanto en Berlín como en otras capitales del mundo.