Con brocha en mano, Rosibel Navarrete sonríe con dulzura al imaginar la obra de sus manos. “Una rosa que entregaré a mi madre el día que salga de aquí, eso tendrá el mural; es mi aporte”, dice con orgullo y la cabeza en alto.
Con brocha en mano, Rosibel Navarrete sonríe con dulzura al imaginar la obra de sus manos. “Una rosa que entregaré a mi madre el día que salga de aquí, eso tendrá el mural; es mi aporte”, dice con orgullo y la cabeza en alto.