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Si los pericos conversasen, nos contarían qué hacen por aquí, subidos al brazo de un boxeador como el pájaro amigo de John Silver, el pirata que engalanaba con diabluras la isla del Tesoro; pero (aprendamos) los pericos son modestos, no hablan de sí mismos, y solo nos queda admirarlos en los admirables grabados de Hernán Arévalo Solórzano.