La vendedora de lotería Kimberly Chaverri recibió un premio de la JPS por su honestidad.
El 15 de enero, un niño de 13 años le compró una raspa de lotería instantánea en La Fortuna de San Carlos y vio que estaba premiada. De inmediato, quiso cambiar los ¢1.000 que él creía haber ganado, pero ella más bien lo sorprendió: “No papi, usted no se pegó ¢1.000, usted se pegó ¢40 millones”.
"El chiquito le dijo: ‘¿Y cuánto es eso?’. La muchacha le respondió ‘es mucha plata’. Entonces él le dijo asustado: ‘Soy millonario’. Ya ahí vino el novio de la muchacha vendedora y le regaló ¢2.000 para que se fuera en taxi a buscar a la mamá para que retirara la raspa con el premio”, contó ese día a La Nación César Rojas Castro, un transportista de La Fortuna.
"Yo solo hice lo que mis padres me enseñaron. Me siento muy orgullosa por el reconocimiento. Yo le dije al chiquito que era mucho dinero y me preocupé que alguien se la quitara, por eso se la guardé y esperé a que llegara con su mamá”, dijo Chaverri al recibir el certificado de honestidad que le entregó la Junta de Protección Social (JPS).
“Es un ejemplo que debe ser recordado”, expresó Esmeralda Britton, presidenta de la Junta Directiva de la JPS sobre esta joven que se alista para hacer el examen de admisión de la Universidad de Costa Rica donde espera estudiar la carrera de Imageneología Diagnóstica y Terapéutica.
El transportista César Rojas Castro contó a La Nación que el 15 de enero por la mañana el chiquito se acercó a un compañero suyo y le manifestó que andaba pidiendo plata para comprarse cuadernos por la entrada de clases, por lo que él y su amigo le dieron ¢1.000.
“Al ratito el chiquito llegó tembloroso y nos dijo que había pegado una raspadita con ¢40 millones. Nosotros no lo creíamos que se pudiera ganar tantísima plata, nos fuimos para el puesto y la muchacha nos corroboró que él fue a cambiar la raspa por ¢1.000 y la muchacha le dijo: ‘No papi, usted no se pegó ¢1.000, usted se pegó ¢40 millones’".
Chaverri relató que el niño estaba jugando raspas de ¢500 del juego “Gato de la Suerte” desde las 8 a. m. Después, como a las 10 a. m., jugó dos de ¢1.000 y la segunda que jugó de ¢1.000 era la que tenía el premio.
"Él también había jugado otra de ¢500, entonces llegó contento porque la de ¢500 tenía un premio de ¢1.000. La otra no la entendía. Yo se la revisé y ahí fue donde vi que tenía los ¢40 millones. Cuando le dije, se quedó viéndome. No lo podía creer. Es que él ni siquiera sabía la cantidad de plata que se había ganado”, contó la joven.
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