El periódico The Washington Post divulgó este viernes que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, utilizó una red de trabajadores costarricenses ilegales para construir un campo de golf en Nueva Jersey y con pleno conocimiento de la condición migratoria de sus empleados.
“Muchos de nosotros le ayudamos a llegar donde está hoy. Este campo de golf fue construido por ilegales”, asegura Darío Angulo; uno de los costarricenses entrevistados por ese diario estadounidense, vecino de Santa Teresa de Cajón, en Pérez Zeledón.
El medio de prensa asegura haber entrevistado a 16 personas costarricenses (hombres y mujeres) y personas de otros países quienes confirmaron haber trabajado en el llamado Trump National Golf Club Bedminster, localizado en el condado del mismo nombre.
Todos afirmaron que trabajaron para Trump en condición ilegal y que sus empleadores sabían, señala un amplio reportaje publicado este viernes.
Entre los extrabajadores que aún residen en Nueva Jersey, asegura el diario, muchos aportaron boletas de pago de su trabajo en esa obra. Incluso llegaron a identificar a familiares y amigos ticos quienes también contribuyeron en el proyecto.
Algunos, detalla el reportaje, conservan fotografías de ellos en el propio club.
En esas labores también participaron personas de El Salvador, México y Guatemala, que también hablaron con The Washington Post.
Sus descripciones de la gran dependencia de trabajadores ilegales para esa construcción se ven reforzadas –asegura el diario– por un informe policial recientemente obtenido el cual evidencia que el jefe de seguridad del club fue notificado en el 2011 de un empleado sospechoso de usar documentos de identificación falsos.
Esa sería la primera documentación conocida de una advertencia a la organización Trump sobre el estatus jurídico de un trabajador.
Otros supervisores recibieron advertencias similares en los siguientes años mientras seguían las tareas; incluido el gerente general del desarrollo.
La revelación del diario sobrevino apenas días luego de los llamados de Trump a detener el uso de mano de obra ilegal en Estados Unidos.
“Ningún tema ilustra mejor la división entre la clase trabajadora de Estados Unidos y la clase política de Estados Unidos que la inmigración ilegal”, manifestó Trump durante su discurso sobre el Estado de la Unión el martes anterior en Washington.
“La tolerancia para la inmigración ilegal no es compasiva, es cruel”, aseguró el mandatario.
Eric Trump, un hijo del presidente Trump que dirige la Organización Trump junto con su hermano Donald Trump Jr., declinó comentar sobre el empleo de los extrabajadores ilegales. Los gerentes de Bedminster tampoco devolvieron las solicitudes de comentarios por parte del periódico.
Un reciente despido de al menos 18 trabajadores ilegales de al menos cinco propiedades de Trump, indica el periódico, afianza “la creciente evidencia de que el presidente se benefició durante años del trabajo de los trabajadores ilegales que ahora vilipendia”.
A lo largo de los años, la red de Costa Rica hacia Bedminster se expandió a medida que los trabajadores reclutaban a amigos y familiares.
Algunos, revela el reportaje, viajaban a los Estados Unidos con visas de turista y otros pagaban a los contrabandistas miles de dólares para ayudarlos a cruzar la frontera de los Estados Unidos y México, comentaron exempleados.
Los nuevos empleados necesitaban poco más que una falsa tarjeta de residencia y un número falso del Seguro Social para conseguir un trabajo.
Algunos trabajadores describieron su paso por Bedminster como su trampolín de lanzamiento para comprar viviendas y abrir negocios. Otros lo recordaron como un trabajo agotador a cargo de jefes demandantes e incluso eran intolerantes, “y que a veces utilizaban el estatus ilegal de los trabajadores contra ellos”.
Riesgos
Uno de los costarricenses citados por el diario es Juan Carlos Zúñiga quien dejó a Santa Teresa, en Cajón de Pérez Zeledón, para hacer el viaje a Estados Unidos en el año 2002.
En la frontera entre Estados Unidos y México, aseguró haber escalado una cerca de tres metros para saltar al condado de Nogales en Arizona. El tico compró sus primeros documentos falsos en Las Vegas donde adoptó el nombre “Juan Lara”. Luego tomó un vuelo a Nueva Jersey.
Algunos de los primeros costarricenses contratados para construir el campo (Zúñiga, Darío Angulo y su vecino de Santa Teresa, Abel Mora, entre otros) aseguraron que era un castigo de trabajo.
Según sus relatos al periódico, trabajaban desde el amanecer hasta la tarde, hasta siete días a la semana, arrastrando y rastrillando montañas de tierra removidas con maquinaria pesada para luego transformarla en campos para hoyos de golf.
“Era rastrillo, un rastrillo, un rastrillo, todo el día”, aseguró Zuñiga.
Otras tareas era sembrar, regar, segar, construir las trampas de arena y conducir excavadoras, miniexcavadoras y cargadoras, todo mientras ganaban alrededor de $ 10 por hora o menos.
Alrededor de ese tiempo, un operador de equipos pesados con licencia en el centro de Nueva Jersey habría recibido un promedio de $51 a $55 por hora en salarios y beneficios, conforme funcionarios sindicales de la Unión Internacional de Ingenieros de Operaciones Local 825 en la ciudad cercana de Springfield.
A medida que el campo de golf tomó forma, se necesitaron más manos. Los jefes informaron a Zuñiga y sus amigos que trajeran trabajadores. El pueblo de Santa Teresa respondió.
Ilegalidad
Una de las personas citadas en el periódico es Mariano Quesada quien alquiló un departamento en la zona de Bound Brook a varios costarricenses más. Su esposa, Angela, afirmó al Washington Post que se levantaba antes del amanecer para preparar desayunos y almuerzos de hasta 22 personas que entonces laboraban en Bedminster.
Los trabajadores provenían no solo de Santa Teresa de Cajón, sino también de otras partes de Costa Rica y Latinoamérica.
En poco tiempo, se lee en el texto, hasta 100 ticos estaban trabajando en esas obras al punto que el primo de Zúñiga comenzó a cobrar a los trabajadores por los viajes a Bedminster.
“Tenía dos furgonetas en circulación mañana y noche. Cuando eso no fue suficiente, compró un autobús escolar usado”, recalcó Zúñiga.
“Para mí, mudarme a los Estados Unidos no fue un cambio muy drástico”, comentó Mauricio Garro, de 36, quien trabajó en mantenimiento en el campo de golf durante cinco años hasta que regresó a Santa Teresa en 2010.
"Todo mi pueblo prácticamente vivía allí”. añadió.
Para conseguir un trabajo en ese lugar, los costarricenses, así como guatemaltecos, salvadoreños y mexicanos que trabajaban en el club, adquirían tarjetas de residencia estadounidenses falsas y números de Seguro Social falsos en Bound Brook y ciudades vecinas.
Estos fueron fáciles de conseguir.
Sandra Díaz, una jefa de hogar de Poás de Aserrí incluso conserva fotografías en locales de la cadena de farmacias Walgreens donde le pagó a una amiga suya $50 por los documentos falsos.
Ana Vásquez, una inmigrante de El Salvador que transportaba mesas en el restaurante del club, fue a la vecina localidad de Plainfield para comprar su alias falso de la Seguridad Social: “Yohana Pineda”.
Antes de ir a su entrevista, Vásquez le preguntó a un amigo si el club contrataría a personas con documentos falsos.
“Pensé: ‘Este es un lugar con un dueño muy famoso’”, recordó.
"Mi amigo dijo que no había nada de qué preocuparse. Ella me dijo: “No les importa”, conforme el recuento del Washington Post.