Era la mañana del 26 de octubre del 2017, cuando, como todos los días, Maritza Acuña Solano barría su casa en barrio Luján, en San José. De repente, dio un mal paso, resbaló y cayó al suelo.
No recuerda si perdió el conocimiento, pero cuando intentó ponerse de pie, no pudo. Ella estaba sola, pero sus gritos alertaron a una pareja de vecinos que llegaron a ayudarla. No podía mover la mano izquierda, mientras un dolor pavoroso la invadía y se irradiaba por todo su cuerpo.
La llevaron de emergencia a la Clínica Carlos Durán donde le hicieron una serie de exámenes y placas radiográficas, luego de los cuales fue trasladada en una ambulancia al Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia.
Ahí la valoraron los ortopedistas y le pusieron un yeso. Pero la historia apenas comenzaba.
Unos días más tarde, debido a la hinchazón, quitaron el yeso y el 20 de noviembre la sometieron a cirugía para colocarle en la muñeca una platina y seis tornillos.
De acuerdo con Sharon Roldán, médica del servicio de Fisiatría de la Clínica Carlos a Durán, a doña Maritza le reconstruyeron la mano en el Calderón Guardia, pues tuvo una fractura radiocubital muy compleja, que prácticamente le astilló los huesos.
Tuvo diversas fracturas en el radio y en el cúbito que son los huesos del antebrazo; el cúbito es el que se halla más cercano al cuerpo y el radio el que se encuentra hacia afuera.
La cirugía la dirigió el ortopedista José Roberto Ulloa González. Posterior a la recuperación quirúrgica, doña Maritza fue remitida al servicio de rehabilitación de la Carlos Durán porque su mano quedó completamente inmóvil.
Según confiesa Gabriela Palma, terapista física de esa clínica josefina, en sus 20 años de ejercicio profesional, era la primera vez que se enfrentaba a rehabilitar a una paciente con una fractura de muñeca tan compleja; sin embargo, asegura que nunca perdió la esperanza de devolverle la movilidad a la extremidad superior izquierda de la paciente.
“Ese es objetivo de la rehabilitación”.
Mucho dolor
En febrero del 2018, doña Maritza inició la rehabilitación. Fue un proceso muy doloroso, de sesiones diarias de hora y media.
En esa fase lloró mucho. “Recuerdo que en varias ocasiones les imploré a las terapistas que ya no siguieran, porque el dolor era insoportable”, narró.
Las terapistas le decían: “Un poquito más doña Maritza, un poquito más, por favor”.
‘No afloje’
Fueron días y noches de mucha angustia. El dolor y la hinchazón de su mano izquierda no la dejaban dormir, al punto que tenía que ensayar diversas posturas en busca de alivio.
Su mano estaba inmóvil, no tenía fuerza, no la podía cerrar, menos hacer pinza: perdió la funcionalidad en su totalidad. Las sesiones de rehabilitación continuaron, primero eran seis meses, pero luego se las extendieron por otro tanto más.
Doña Maritza continuó la rehabilitación en la casa, pues según narra Palma, la rehabilitación es un trabajo en equipo en el cual el paciente y su entorno familiar juegan un papel fundamental.
La paciente seguía al pie de la letra todas las indicaciones de las profesionales de la Carlos Durán. En su casa improvisó una sala de terapia con botellas, bolas, correas, almohadas…
Eso fue muy útil con la pandemia, pues las sesiones en la Clínica se espaciaron.
Sin embargo, este largo proceso empezó a dar sus frutos. Luego de poco más de tres años de lucha y de dolor insoportable, ya logra mover sus dedos, hacer pinza y hasta realizar quehaceres hogareños, como mostró en el video enviado a sus terapistas.
“Es un milagro, ya puedo mover mi mano”, celebra esta ama de casa.
No se cansa de dar gracias a Dios y a los médicos por estos movimientos que puede hacer con su mano izquierda, pues su mayor temor era no recuperar la movilidad. “Mi mano era una bola, no la sentía”.
A esta paciente no le han dado de alta ni en el servicio de Ortopedia del Calderón Guardia, ni en el servicio de Fisiatría de la Carlos Durán, pues aún se encuentra en una etapa de fortalecimiento mediante ejercicios que tiene que realizar en su casa, de día por medio, por una hora.
Ahora la tendrán que valorar por un dolor que está afectando su hombro, posiblemente como consecuencia de la caída que sufrió en octubre del 2017; sin embargo, está muy contenta con lo alcanzado.
De acuerdo con Gabriela Palma, a los pacientes se les evalúa de acuerdo con la funcionalidad que vayan alcanzando con sus extremidades. El hecho de que ella pueda cerrar el puño, planchar y tender ropa es un gran logro. “Este es un caso estrella”, dice.
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