La vieron con una sonrisa en la oficina. Salió con la misma sonrisa hacia su casa. No durmió. Pasó viendo Netflix por falta de sueño. Al día siguiente, todos la volvieron a ver entrar al trabajo con su sonrisa de siempre. Hace poco, se enteraron que ella, la de la sonrisa, se había quitado la vida.
¿Por qué no se dieron cuenta? ¿Qué pasó? La psicóloga Elizabeth Seaward ha dedicado los últimos 20 años de su vida a estudiar este tema y a tratar personas con ideación suicida e intentos de suicidio y a sus familias. Ella integra la comisión del Colegio de Profesionales en Psicología para el abordaje del comportamiento suicida, cuyo riesgo se incrementa los días de fin de año.
Elizabeth Seaward considera importante, importantísimo, hablar de cosas que asustan, dice, pero que son parte de la realidad en este momento. Según la especialista, en promedio, en Costa Rica fallece por suicidio una persona al día, pero son muchos más los que intentan poner fin a su vida.
“Diciembre es difícil porque hay muchas expectativas. Es una época que nos han vendido que debemos estar felices y en familia. Claro, diciembre es bonito, pero para una persona que ha estado luchando con la soledad, con sentimientos de tristeza, angustia, con una sensación de que no importa lo que él o ella haga nada sale bien, diciembre viene a ser una carga muy fuerte.
“Si tengo dificultades con mi familia, si hay conflictos sin resolver o hablar, la propuesta de que todos tenemos que estar felices comiendo tamales, esto se hace muy pesado. No es que en diciembre afloran estos sentimientos, generalmente, la persona ya viene arrastrando esta sensación de desesperanza, tristeza e impotencia y diciembre viene a poner una carga extra”, explica.
Seaward aclara que la ideación suicida no nace de un día para otro. Nadie comete suicidio o intenta suicidio de un día para otro. Es progresivo.
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“Como cualqueir ser humano, nosotros podemos sentir enojo, tristeza, angustia e incertidumbre todos los días. Pero si por alguna razón no tengo las herramientas o no estoy en un ambiente que me permita tramitar eso, eso se puede convertir en una tristeza muy profunda o en el comienzo de muchos ataques de pánico.
“Después, si eso no se resuelve puedo caer en una depresión clínica o en un cuadro de angustia clínico. Si eso no se resuelve y me entra la desesperanza ahí puedo empezar a cuestionar el sentido de vivir. Y si empiezo a cuestionar por qué estoy viviendo y si no tengo las herramientas ni el apoyo alrededor para resolver eso, puedo empezar con deseos de muerte e intentos de suicidio”, agregó.
Suicidio tiene que ver con la vida
La ideación suicida no tiene que ver con la muerte, tiene que ver con la vida, y la vida es difícil, afirma Elizabeth Seaward.
La ideación suicida, además, es multifactorial. Nunca hay una sola razón. “A veces uno ve en los medios que comentan ‘esta persona tomó la decisión de hacerse daño así mismo por perder su trabajo’. Ese es el detonante. Nadie se despierta un día diciendo ‘ya no puedo más’”, dijo.
“Esa persona puede ser que no tenga las herramientas psíquicas o emocionales. Puede ser que tiene una depresión crónica, un problema químico. Puede ser que en su familia varios estén lidiando con depresión o angustia... hay muchos factores que llevan a esa persona a sentir que no puede más”, explica.
Las herramientas psíquicas incluyen saber qué hacer con mi enojo. Saber comunicarme con el otro o qué hacer si la vida presenta un obstáculo. Eso se aprende desde pequeño pero no todas las familias tienen la capacidad para dar esa enseñanza.
“No porque no quieran sino porque tampoco les dieron esas herramientas. A lo mejor en mi familia la forma de resolver un disgusto entre dos es no decir nada, ignorarlo. O gritándonos o tirando cosas. Dos formas muy extremas de resolver algo muy complejo que es la relación interpersonal con el otro, la relación más difícil que tenemos”, aclara.
Entre los pasos para prevenir el comportamiento suicida está reconocer cómo nos sentimos. Porque todos somos vulnerables.
“Puede ser que yo esté muy irritada y enojada y no lo he captado. Ojalá alguien se acerque a mí y en lugar de decirme ‘usted sí que es invivible’, me diga ‘¿qué pasa?, yo veo que usted siempre se enoja por todo. Algo pasa’.
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“Que otro pueda introducir una pregunta. a mí me hace preguntarme y ojalá decir, ‘de verdad, ¿por qué yo tengo dos semanas de estar enojada con el mundo? ¿Qué me pasa?’ Ese es el primer movimiento, pero eso no es tan fácil”, afirma Seaward.
Sí, las señales muy sutiles. Por eso, tras un intento o un suicidio, las personas se preguntan qué pasó y hay mucha culpa entre los sobrevivientes.
“Hay señales. Lo que pasa es que muchas veces me da miedo preguntar al otro, porque si pregunto a la otra persona y me dice que estoy mal, y yo no sé qué hacer, qué hago yo con esa información.
“El suicidio tiene que ver con el vínculo: con el mundo, con mi trabajo, con mi propia imagen, con el otro, con mi familia, con mi cuerpo. Por eso, lo que propone la teoría es que trabajemos el suicidio en vínculo, en comunidad. Eso significa que nadie puede ni debe resolver su malestar solitariamente. Nadie puede resolver ese nivel de dolor en soledad”.
“Usted lo que ve es lo de afuera, esa persona por dentro podría haber recibido ese día sus papeles de divorcio o el diagnóstico de cáncer de un ser querido. La propuesta es que aunque yo no sé cómo resolver el sufrimiento del otro, yo sí podría decir aquí estoy. Yo te escucho y aquí te acompaño”.
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