“Mientras los soldados rusos estén en Crimea tendré miedo por mis hijos”, explicó esta madre. “Aquí me siento segura”.
Crimea, región rusohablante autónoma del sur de Ucrania, está ahora bajo control de facto del Ejército ruso, y su Parlamento local anunció la organización de un referéndum el 16 de marzo para la adhesión a Rusia, lo que significaría la secesión de Ucrania.
El avance progresivo de las fuerzas rusas desde fines de febrero hunde en la angustia a los tártaros, minoría musulmana de la península, deportada a Siberia y Asia Central bajo Stalin y que solo pudo regresar tras la caída de Unión Soviética, en 1991.
En Lviv, los tártaros son recibidos por Petro Kolodiy, presidente del consejo regional, quien instaló una línea directa para las personas que deseen refugiarse ahí.
La población local también recibió con los brazos abiertos a unos 500 habitantes de Crimea, y propietarios de hoteles los alojan gratuitamente.
“Cuando era niño, mi abuela me contó que Lviv recibió a ucranianos del este durante la gran hambruna (en 1932-1933) y compartió con ellos las últimas migas de pan”, dijo Kolodiy.
“Hoy tratamos de ofrecer a los que vienen de Crimea lo que podamos”, agregó.