Masked men of Urapicho village, in Michoacan state, members of a security commission, stand guard in a main entrance of the town on October 23, 2012. Since last August 15, people from this indigenous village in western Mexico have been blocking access to their community and declared a "state of siege" against armed groups from organized crime. AFP PHOTO/RONALDO SCHEMIDT (Ronaldo Schemidt)
Urapicho, México. AFP. En la entrada al poblado de Urapicho, en el estado de Michoacán, oeste de México, campesinos encapuchados que portan fusiles controlan el ingreso de autos, temerosos de un ataque de un cartel del narcotráfico.
Ubicado sobre una zona montañosa y rodeado de bosques, cultivos de maíz y pasturas, Urapicho se ha convertido en la más reciente comunidad de Michoacán en tomar en sus manos la seguridad para enfrentar las amenazas de grupos del crimen organizado.
La decisión de convertir Urapicho en un pueblo vigilante revela el temor de muchos habitantes de México, un país inmerso en una brutal guerra contra el narcotráfico, así como la desconfianza que tienen en sus policías locales.
“La barricada está ahí para prevenir la entrada de cualquier gente que quiera hacer daño a la población”, explica un campesino de 52 años que cultiva maíz quien, al igual que otros vecinos evita dar su nombre, por miedo a represalias.
Los 1.500 habitantes de este pueblo dicen que estaban en paz hasta que los cadáveres de dos presuntos miembros de un cartel de las drogas aparecieron en agosto en el camino que conduce a Urapicho.
Desde entonces, según los lugareños, algunos han recibido amenazas telefónicas de personas que los culpan de esas muertes, mientras crece un remolino de rumores que apuntan a que los delincuentes quieren hacer pagar al pueblo la muerte de sus compañeros.
Autoprotección. Cientos de personas reunidas en la plaza principal para discutir qué hacer acordaron, en una votación a mano alzada, crear un puesto de control las 24 horas, colocando piedras en la carretera que obligan a disminuir la velocidad a los autos que intentan llegar a la aislada población.
Armando Ballinas, funcionario de la Seguridad Pública de Michoacán, sostiene que un cartel habría proporcionado ayuda financiera a algunos habitantes de Urapicho y que comenzó a amenazarlos cuando estos se negaron a trabajar para ellos. El hallazgo de los dos cadáveres aumentó las tensiones.
Michoacán es escenario de la guerra entre dos carteles: La Familia Michoacana y su grupo disidente Los Caballeros Templarios, que se disputan el control de rutas para el tráfico de drogas.
La disputa ha detonado en Michoacán las balaceras callejeras, los secuestros y los crímenes brutales con cadáveres que son tirados en las cunetas de las carreteras.
En el retén de Urapicho, cuatro hombres fornidos, uno de ellos vestido con una chaqueta verde militar, exhiben escopetas y rifles de asalto bajo una carpa azul, mientras otros se esconden tras los árboles. Allí se revisan los documentos de los visitantes desconocidos.
Los policías locales no son bienvenidos en Urapicho.
Como sucede en muchas partes de México, la Policía Municipal tiene una reputación de corrupta. “Son pueblos indígenas donde ellos toman su propia ley”, argumenta uno de los comandantes de la Policía Municipal.