EscucharBogotá. AFP. La tregua unilateral anunciada por las FARC a partir del 20 de julio es una nueva oportunidad para reducir la confrontación en Colombia y reencauzar las conversaciones con esa guerrilla, luego de una escalada violenta que aumentó el pesimismo sobre el proceso de paz, según analistas.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) informaron el miércoles en Cuba, donde negocian con el gobierno colombiano para terminar un conflicto de medio siglo, de que cesarán su lucha armada por un mes para encaminar la discusión hacia una tregua bilateral y definitiva.
El gesto fue bien recibido por el presidente Juan Manuel Santos, quien –empero –aseguró que es “insuficiente” si a la vez no se aceleran las conversaciones para alcanzar un acuerdo que acabe definitivamente con la conflagración interna.
Los diálogos avanzan en Cuba desde el 2012 sin una tregua bilateral en Colombia por exigencia de Santos, quien considera que la guerrilla la aprovecharía para fortalecerse.
Para el profesor de la Universidad Nacional (UN) Carlos Medina, la decisión de las FARC es “una puerta que se abre para fomentar el desescalamiento del conflicto”, especialmente luego de que en las últimas semanas aumentaran los ataques guerrilleros y con ellos la desesperanza de la ciudadanía.
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El jefe del grupo del gobierno colombiano, Humberto de la Calle, el miércoles en Cuba. | EFE (Ernesto Mastrascusa)
“No podemos seguir en un proceso que siga acabando con el entusiasmo en el país, porque cada acto de guerra hace que se pierda credibilidad, que haya distanciamiento”, dijo Medina, miembro del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz de la UN.
En Cuba, un diplomático que sigue las negociaciones dijo que “el proceso venía en deterioro y nubes negras amenazaban su supervivencia”; por ello “el gesto de las FARC (lo) oxigena”.
El gobierno y las FARC se achacan mutuamente el haber encendido la chispa que condujo al actual recrudecimiento del conflicto que en 50 años ha dejado unos 220.000 muertos.
La ofensiva de las FARC generó pesimismo entre los colombianos y, según un sondeo de mediados de junio, 47,5% opinaba que el gobierno debía en consecuencia romper los diálogos, frente a 17,8% que consideraba que se debía seguir negociando.
