Al Arich. En un esfuerzo humanitario, Emiratos Árabes Unidos llevó a cabo la evacuación de nueve niños palestinos gravemente heridos desde la conflictiva Franja de Gaza a Emiratos para recibir tratamiento médico urgente.
Estos menores, que sufren una variedad de lesiones que incluyen fracturas, quemaduras y la necesidad de tratamientos oncológicos, fueron trasladados en camilla en un avión con destino a Abu Dabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos, en medio de la oscuridad de la noche.
La misión humanitaria se desarrolló en el aeropuerto egipcio de Al Arich, ubicado cerca del puesto fronterizo de Rafah, el único punto de paso de la Franja de Gaza que no está bajo control israelí. Junto a otros ocho niños heridos, algunos acompañados por sus familias, esperaron pacientemente en la parte trasera de ambulancias amarillas antes de ser colocados en camillas en la aeronave.
Algunos de estos niños presentaban lesiones graves, como fracturas en la columna y piernas, mientras que otros requerían atención urgente para el tratamiento del cáncer. La iniciativa busca proporcionar asistencia médica a un total de 1,000 niños palestinos, con la promesa de más evacuaciones en vuelos posteriores.
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La situación en la Franja de Gaza es desgarradora, con hospitales mal equipados debido al bloqueo israelí que ha estado en vigor desde que Hamás asumió el control en 2007. La falta de suministros esenciales ha exacerbado la crisis, y los centros médicos enfrentan dificultades para hacer frente a la gran cantidad de heridos generados por los bombardeos continuos.
El conflicto entre Israel y Hamás ha dejado cifras divergentes de víctimas. Según las autoridades israelíes, 1,200 personas, en su mayoría civiles, perdieron la vida el día en que Hamás lanzó un ataque sin precedentes en suelo israelí el 7 de octubre. En respuesta, Israel ha llevado a cabo bombardeos intensivos en la Franja de Gaza. Hamás, por su parte, informa de 12,000 palestinos muertos, incluyendo 5,000 niños, y 30,000 heridos.
Este sábado el Ministerio de Salud de Hamás reportó que al menos 50 personas murieron en un ataque israelí contra una escuela de la Franja de Gaza que albergaba a personas desplazadas que habían ido a refugiarse allí.
El ataque ocurrió “al amanecer, en la escuela Al Fakhura”, dijo a la AFP un funcionario del ministerio. Las imágenes que circulan en las redes sociales muestran cuerpos, algunos cubiertos de sangre, otros de polvo, en los pisos del edificio, donde se habían instalado colchones debajo de las mesas de los escolares.
El jefe de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (Unrwa) denunció este sábado los “horrendos” bombardeos contra escuelas que albergan a desplazados en Gaza, en uno de los cuales el ministerio de Salud de Hamás informó de al menos 50 muertos.
“Estamos recibiendo imágenes horrendas de muchos muertos y heridos, una vez más en una escuela de la Unrwa que albergaba a miles de personas desplazadas en el norte de la Franja de Gaza”, escribió Philippe Lazzarini en la red X. “Estos ataques (...) deben cesar. Un alto el fuego humanitario no puede esperar más”, añadió.
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La población de Gaza enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes, con más de 1.5 millones de personas desplazadas, cortes de agua y electricidad, escasez de alimentos y medicamentos, y un riesgo inminente de hambruna, según advertencias de la ONU.
Familias angustiadas
En paralelo, en los campamentos de refugiados palestinos en lugares como el Líbano, familias como la de Hayat Shehadeh viven con la angustia de no tener noticias de sus seres queridos en Gaza. El conflicto ha desencadenado un éxodo masivo y la destrucción de hogares, dejando a muchas familias sin refugio ni recursos básicos para sobrevivir.
“No logro dormir. Me levanto a las tres de la mañana y veo la televisión”, dice esta mujer menuda de 69 años, en su oscuro apartamento del campamento de Burj Barajneh.
“A veces me escribe ‘estoy bien’. Nada más, porque no puede recargar la batería de su teléfono”, añade mientras uno de sus nietos juega en el suelo con una bandera palestina.
Intenta mantener la calma y relata que su hija decidió separar a sus tres hijos, dividiéndolos entre varios miembros de su familia.
“Llorando me dijo ‘separo a los niños para que, si uno muere, otro permanezca vivo’”, explica Hayat.
En las callejuelas del campamento, retratos del dirigente histórico palestino Yaser Arafat adornan las paredes, a veces acompañados de eslóganes a la gloria del “Diluvio de Al Aqsa”, el ataque de Hamás en suelo israelí que desencadenó la guerra.
No queda nada
Hayat explica que su hija, de 30 años, vivía en el Líbano, pero hace unos meses, “su marido vino y se la llevó” a Gaza.
“Cambia de sitio y no sé dónde está ahora”, añade, pidiendo que la joven no sea identificada por su nombre.
La familia de Hayat, sobrevivientes de la “Nakba”, la “catástrofe” que representa para los árabes la creación de Israel, sinónimo de éxodo para más de 760.000 palestinos, se refugió en el Líbano en 1948.
Cuenta que sus padres temían por sus vidas, sobre todo después de la masacre de Deir Yasin, donde los grupos paramilitares judíos mataron a más de un centenar de personas en abril de 1948.
Ella misma nació en el campamento de Burj Barajneh, parcialmente destruido durante la invasión israelí del Líbano en 1982, y luego sitiado por milicias a mediados de los años 1980 durante la guerra civil.
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Según la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), en el Líbano residen unos 250.000 refugiados palestinos.
En su exiguo departamento en el campamento, Fátima al Ashwah, de 61 años, también mira la televisión y reza esperando ver a miembros de su familia en Gaza en imágenes de desplazados en los refugios y no que sean víctimas bajo los escombros.
También originaria de la región de Acre, afirma tener unos 70 parientes en Gaza, incluidos sus primos y sus familias.
Vivían en Beit Hanun, en el norte de la Franja de Gaza, donde el ejército israelí llamó a sus habitantes a evacuar.
Hoy “sus casas ya no existen. No queda nada”, precisa.
Los familiares de Fátima huyeron de un lugar a otro y algunos se refugiaron en escuelas cerca del paso de Rafah con Egipto, en el sur.
Dice que escuchó bombas durante las breves llamadas que recibió de ellos en las que le decían que tenían hambre, miedo y que los niños estaban aterrorizados.
“La situación te rompe el corazón”, añade.