La Habana
El papa Francisco aceptó la renuncia del cardenal Jaime Ortega, un hombre que mejoró las relaciones entre la iglesia católica y el Gobierno cubano, y que sirvió de puente para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.
En su lugar, el Pontífice designó a monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez quien, desde el 2002, era arzobispo de Camagüey, una ciudad al centro oriente del país.
Un comunicado de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba indicó el martes que Francisco había finalmente consentido el retiro de Ortega, quien estaba al frente de la arquidiócesis de La Habana.
Tal como lo establecen las reglas en la Iglesia católica, Ortega había presentado su renuncia en el 2011, cuando cumplió los 75 años, pero hasta ahora el Papa no la había aceptado ni había nombrado a un sucesor para el estratégico arzobispado de La Habana.
Ortega llegó a este en 1981 y durante su mandato como cardenal organizó tres visitas papales y estuvo al frente de un paulatino acercamiento entre el Gobierno cubano y la Iglesia, luego de una ruptura a comienzos de la década de los 60, cuando muchos sacerdotes apoyaron abiertamente a la oposición e hicieron propaganda en su favor.
Ortega también ha sido reconocido por haber servido de nexo entre Cuba y Estados Unidos cuando ambos países buscaban mejorar sus relaciones diplomáticas, cuyo deshielo fue finalmente anunciado en diciembre del 2014.
Ambos gobiernos agradecieron las gestiones de la Iglesia católica sin especificar el papel jugado por el purpurado.
En su larga trayectoria al frente del arzobispado, Ortega tuvo que hacer frente a muchas críticas de disidentes en la Isla y en Estados Unidos, que lo acusaron de no tomar partido en su favor y tener una conversación abierta con el gobierno.
Apuesta por el diálogo. Ortega defendió su posición de diálogo alegando que el papel de la Iglesia no era asumir una política partidaria.
Los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, quienes vinieron a la Isla durante su gestión, apoyaron incondicionalmente a su cardenal al punto que el último Pontífice tardó cinco años en aceptar su renuncia.
Su figura se fue acrecentando con los años y alcanzó notoriedad cuando en el 2010 y el 2011 emprendió gestiones y logró un acuerdo entre la Iglesia católica y el presidente Raúl Castro para la liberación de un grupo de disidentes presos desde el 2003.
En los años que Ortega ejerció como cardenal, la Iglesia católica recuperó espacio en la vida social de las comunidades cubanas al desarrollar programas de asistencia para ancianos y jóvenes, abrir talleres laborales y preparar a grupos de emprendedores lanzados al mercado con las reformas económicas implementadas por el presidente Raúl Castro.
Nuevo arzobispo. Su sucesor, monseñor García, de 67 años, es oriundo de Camagüey, donde nació el 11 de julio de 1948. Su padre fue trabajador ferroviario y su madre ama de casa.
"No tiene una vida muy destacada, pero representa más a la Iglesia católica en este momento. Es relativamente joven" , dijo a The Associated Press el profesor de Historia de las Religiones de la Universidad de La Habana, Enrique López Oliva en relación con García.
A García le tocó reconstruir y darle dinamismo a la iglesia en Camagüey, explicó el experto.
García fue ordenado sacerdote en 1972, precisamente en momentos en que la Iglesia católica y el Estado cubanos pasaban su peor momento de tensiones posterior al cierre de templos y expulsión de religiosos del país.
"Para mí, la Iglesia se está adelantando al Partido (comunista) en el proceso de cambio" , reflexionó López Oliva. "La Iglesia inicia un proceso de renovación para adaptarse al nuevo momento e histórico que vive el país" .
En lo interno, García tendrá la misión de recuperar a los jóvenes que se fueron de la Iglesia renovando su dinámica e impulsar la inserción de los laicos a la vida social, consideró López Oliva, para quien hacia afuera el nuevo arzobispo tendrá necesariamente que mantener el camino de diálogo con el Gobierno cubano emprendido por Ortega.
La Iglesia reconoció el mejoramiento notable de sus relaciones con el gobierno, pero reiteró en varias ocasiones su deseo de poder acceder a la educación, a la salud y una mayor presencia en los medios de prensa controlados por el Estado.
Las relaciones entre ambos sectores comenzaron a dinamizarse de manera progresiva a partir de la década de los 90 cuando se admitió que miembros del Partido Comunista fueran religiosos y se eliminó el ateísmo de las normas oficiales para que Cuba fuera un Estado laico: que no beneficia a ninguna denominación religiosa, pero permite su funcionamiento.
Aunque por su tradición española Cuba es cercana a la Iglesia católica como institución, la feligresía cubana católica es relativamente poco numerosa en un país donde las mayorías practican la santería, una religión sincrética de origen afrodescendiente.