Tokio. AFP. Cuando un miembro de la yakuza – temida mafia japonesa– abandona esa red de crimen organizado, enfrenta desafíos, entre ellos resolver qué hace con los dedos que se ha cortado. Una posible solución: reemplazarlos por falsos.
“¿Ve lo reales que parecen estos dedos?”, dice Toru, de 53 años, mostrando orgullosamente sus tres apéndices artificiales: los dos meñiques y el anular izquierdo.
Toru gastó unos $9.200 (unos ¢4,6 millones) para obtener sus nuevos dedos y, de esa manera, una nueva vida.
Como la camorra italiana o las tríadas chinas, las bandas yakuza están involucradas en actividades ilegales de todo tipo: juego, drogas, prostitución, usura, estafa y crímenes de cuello blanco.
La mafia japonesa tiene un código de honor y, si un yakuza lo viola, para ser perdonado debe mutilarse un dedo y ofrecérselo a su padrino.
Todo bien, hasta... Todo iba bien para Toru, que administraba su empresa de “protección’” de bares y clubes en la zona roja de Tokio, Kabukicho. Las bandas rivales no se metían en “su” territorio y podía devolver dinero a sus patrones.
Pero, un día, un “hermano” –es decir, un miembro de la misma banda– violó la estricta prohibición de robo y consumo de drogas.
Para calmar la ira de su jefe y demostrar que el grupo estaba arrepentido, Toru se cortó una falange del meñique izquierdo. Desafortunadamente, otro metió al grupo en problemas poco después, y Toru debió cortarse una segunda falange.
“La primera articulación del dedo meñique se puede cortar fácilmente”, explica Toru. “Atas la parte inferior con hilo tirante y pones el peso de tu cuerpo sobre un cuchillo de cocina. Pero la segunda articulación fue más difícil” y Toru debió pedir ayuda a un compañero.
La pérdida de la punta del dedo meñique de la mano derecha fue su culpa (por meterse borracho al bar de un amigo de su jefe y hacerlo trizas), mientras que la cuarta amputación tuvo un significado distinto. “Conocí a mi mujer”, cuenta. “Quería casarme con ella, pero dijo que no podría casarse con un yakuza. Así que lo dejé”( el grupo).
Pero uno no puede simplemente renunciar a los yakuza . Necesita ofrecer un sacrificio, por ejemplo, un dedo anular. Traté, pero la hoja no pasaba por el músculo. Le pedí a un hermano que tomara un martillo y un cincel”, recuerda.
Imperfecto. Para Toru, sus dedos amputados eran muestra de fidelidad a la banda, pero cuando se convirtió en katagi –hombre honesto– se tornaron una señal infame.
La única solución era recuperar los dedos. Y allí apareció Shintaro Hayashi, un especialista en prótesis que le fabricó tres dedos a la medida, con todo detalle: huellas, líneas, curvas y hasta pequeños pelos tomados del paciente e implantados en sus falanges falsas.
“Pienso en mí mismo un poco como en Gepetto”, dice Shintaro, en referencia al padre de la marioneta del cuento Pinocho.
“Yo inyecto la personalidad de mi cliente en las partes (que fabrico)”, dijo, y cuenta que para hacer los dedos artificiales tiene una foto de sus “pacientes” en el escritorio. Los exyakuzas son el 5% de sus clientes, pues la mayoría acude porque ha sufrido accidentes “normales”. Un molde de dedo en silicona es caro –cerca de 300.000 yenes (unos $3.000 ) por dedo–, pero estas prótesis son sencillas y relativamente baratas de cambiar cuando se desgastan.