Nuestra sociedad ha evolucionado y en ella el dinero cumple una serie de funciones. ¿Qué es el dinero? Si fuera abogado, diría que todo aquello que nuestra ley establece como tal. Es decir, numerario (billetes y monedas en circulación) y los depósitos en cuenta corriente.
Sin embargo, soy economista y me gusta más utilizar una definición funcional, que dice que dinero es todo aquello que el dinero hace. Globalmente se acepta que el dinero cumple, simultáneamente, tres funciones: es un medio de pago, una unidad de cuenta para transmitir el valor de las cosas y, finalmente, un depósito de riqueza.
Sin importar nuestra ocupación o profesión, el mundo está lleno de dinero y no habrá forma de desenvolvernos si no lo administramos bien. Mahatma Gandhi decía: “El dinero no es un mal en sí mismo. El mal está en su mal uso”.
Muy unida al dinero está la liquidez. Se dice que una cosa es líquida cuanto más fácil y al menor costo posible se pueda transformar en dinero contante y sonante.
Hay una regla económica básica y es la relación inversa entre la liquidez y el rendimiento del ahorro. Se espera que a mayor plazo del ahorro (y, por tanto, menos liquidez), las personas o empresas estemos dispuestos a privarnos de esos recursos a cambio de una mayor tasa de interés; por el contrario, cuanto más disponible o líquido es el ahorro, menor el rendimiento.
En una buena planificación financiera, primero debemos clasificar nuestras necesidades según el horizonte de tiempo de su ocurrencia. Para las más inmediatas, debemos tener ahorros líquidos, y para las de mayor plazo, podemos sacrificar liquidez y tener ahorros a mayor plazo y rendimiento.
Según mi experiencia, las empresas quiebran no por alta deuda, sino por falta de liquidez. Es necesario mantener reservas líquidas en cuentas corrientes, de ahorros o fondos de inversión, para pagar lo inmediato como el agua, la luz, el teléfono, o bien, en las empresas, el suministro de materias primas.
Nada hacemos con tener terrenos, casas, maquinarias si no tenemos efectivo; quiere decir que podemos ser solventes (capacidad de atender nuestras deudas), pero sin liquidez para pagar.
Antes de aventurarse a invertir a largo plazo con expectativas de altos rendimientos, esté seguro de que ha hecho un análisis de sus requerimientos en el próximo año y que tiene suficiente liquidez, para poder dormir tranquilo. Confieso que el dinero no da la felicidad, pero su liquidez ayuda muchísimo a reducir los nervios y el estrés.