Al tiempo que el sector de turismo sufrió una contracción, las cotizaciones internacionales del café aumentaron y esto ayudó a que crecieran los ingresos por exportaciones respecto al año anterior.
Nada bueno podía esperarse para este año después de que las arcas fiscales cerraran 1994 con un faltante cercano a los ¢100.000 millones, un 8 por ciento del producto interno bruto (PIB). Los esfuerzos por llenar ese hueco presagiaban un duro 1995.
Una inflación que a noviembre alcanzaba el 21 por ciento y un similar porcentaje de devaluación respecto al dólar, y tasas de interés crediticias que llegaron al 40 por ciento y más --aunque en el último trimestre empezaron a reducirse paulatinamente--, son algunos indicios de los desequilibrios creados en la economía por el déficit fiscal. Y, como si fuera poco, el crecimiento económico esperado para 1995 se sitúa entre 2,5 y 3 por ciento, lo que se acercaría a la tasa de crecimiento de la población y podría implicar una disminución del PIB per cápita, al igual que en 1991.
Sin embargo, pese a los esfuerzos y el sacrificio, el faltante fiscal para 1995 será siempre alto. Según el convenio pactado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) debe quedar en el 3,5 por ciento, unos ¢50.000 millones.
En el frente externo, predominó un buen comportamiento. A octubre, las exportaciones crecieron un 16 por ciento respecto al mismo período del año anterior, lo que se atribuye en buena parte al incremento en los precios internacionales del café. El turismo, en cambio, tuvo una contracción. Las importaciones habían aumentado un 11 por ciento hasta ese mismo mes.
El acontecer económico también estuvo marcado por la tan ansiada aprobación de las reformas financieras. Con esto, en 1996, el público tendrá acceso a cuentas corrientes en los bancos privados y estos podrán solicitar, cuando lo necesiten, recursos al Banco Central mediante el redescuento.
También vía legislativa aumentó el impuesto de ventas del 10 al 15 por ciento, se modificaron otros impuestos y se establecieron herramientas que permitirán un mejor cobro de esos gravámenes. Otro cambio, por vía de decreto, fue la aplicación de un tributo a los combustibles.
En materia de reforma estatal, se procedió al cierre de algunas instituciones y a la fusión de programas y entidades, pero, pese a las expecativas que estos cambios generaron, ha habido pocas novedades en los últimos meses. Tampoco ha habido anuncios de nuevas transformaciones.
En lo que parece que no habrá avance en la administración Figueres Olsen, según lo acontecido este año, es en la venta de activos importantes, como seguros, banca, refinación del petróleo y telecomunicaciones. En este último caso, de lo que se habla es de un esquema de apertura a la inversión privada pero sin que se pierda la propiedad estatal.
Si bien se proyecta en 1996 una inflación inferior al 10 por ciento --además de que sigan reduciéndose las tasas de interés y las minidevaluaciones--, los economistas no presagian que el año entrante será de bonanza: los efectos de la crisis del año que termina se mantendrán por un tiempo más.
El cumplimiento del convenio con el FMI tiene como meta principal que el desequilibrio fiscal en diciembre de 1996 sea el 0,5 por ciento del PIB. Esto permite vaticinar que habrá un débil crecimiento de la producción, el empleo y los salarios.
Empero, el Gobierno minimiza los malos augurios y promete que durante el año que viene cumplirá con la tarea que, a juicio de muchos, brillaron por su ausencia este año: hacer más eficiente el gasto público, aprobar una nueva ley de empleo público, aumentar las reservas internacionales y dar un mayor y más barato crédito para la producción.