El ensayo en Omán le dejó a la Selección Nacional un triunfo sin mayor brillo, en el que se debe destacar la contundencia ofensiva pero criticar los abundantes y hasta ayer olvidados permisos atrás.
Un clima y cancha pesados terminaron por hacer mella en la primera reunión de la base de aquel gran equipo de Brasil, parcheada por algunas bajas y el regreso a un sistema de juego algo añejo.
No fue una catástrofe ni tampoco un retroceso, porque a final de cuentas Paulo César Wanchope solo le imprimió al duelo la dosis de experimento que todo amistoso tiene, pero sí una llamada de atención para evitar sorpresas cuando sea Corea del Sur (martes a las 5 a. m.) la que ponga a prueba el aún vigente invicto tricolor.
El gol de Álvaro Saborío apenas al 4’ le permitió a la Sele capitalizar su primera llegada efectiva del juego y a la afición engañarse con la promesa de una goleada que sí pasó, pero no se sostuvo.
Muy rápido, al 9’ y 10’, Omán ya había puesto a vibrar el arco defendido por Esteban Alvarado, víctima errática tal vez de la ausencia de ritmo o del nerviosismo por lucir bien en su regreso.
Como sea, el par de avisos de los locales sirvieron para irse acostumbrado a un juego que fue mucho más complicado de lo que en la teoría se pensó, primero porque Omán sabe a lo que juega y luego porque la Tricolor , por ratos, olvidó las enseñanzas aprendidas.
Eso se notó en el tanto de la igualdad: un tiro de esquina a favor de Costa Rica que acabó con un contragolpe omaní fugaz y eficaz, en el que se desnudaron todas las fallas de un conjunto tico demasiado preocupado por atacar y muy desentendido en defender.
Si bien por muchos tramos la Sele adornó su control y dominio con un fútbol que dejó ver trabajo y tranquilidad, fueron los pecados atrás los que llevaron a hacer del primer tiempo un duelo de alguna forma desalentador, con todo y ese gol de John Jairo Ruiz en el descuento que permitió irse al descanso con la pizarra a favor (1-2).
Goles y apuros. Apenas reiniciado el juego Juan Bustos Golobio adornó otra buena noche suya con un eficaz remate de primera intención al 47’; mientras que el recién ingresado David Ramírez puso cifras de goleada al 50’ tras un infantil error de la zaga omaní.
La Tricolor volvía así a poner el mundo en su sitio y sacaba la autoridad y nombre con los que llegó a su penúltimo fogueo del año. Era un marcador abultado que invitaba a pensar en cualquier cosa menos en la que al final sucedió.
Al 53’, un intento de bloqueo de Óscar Duarte acabó por ponerle el efecto necesario a un balón que se le coló por encima a Alvarado; y solo seis minutos después, otra ofensiva rápida se abrió paso en la zaga tricolor para el 3-4.
De ahí en adelante fue más Omán, ceñido en sacarle rédito al cansancio tico para conseguir evitar esa derrota que dejó el pitazo.
Triunfo sin brillo pero triunfo al fin, aceptable bajo el parámetro de un ensayo que el martes debería, sí o sí, lucir más trabajado.