París. AFP . La menor de las hermanas estadounidenses Williams, Serena, aupada en los últimos meses nuevamente al número 1 del ránquin de la WTA, como en plena juventud, a sus 30 años (cumplirá 31 a fines de setiembre) logró ayer el título de Roland Garros por segunda vez, su 16º Grand Slam.
De ahí su apodo de Serena Slam. Para ella no se trata de ganarlos, sino de coleccionarlos como si fueran cromos. Además, en el circuito ha ganado en total 52 títulos, de los cuales seis en esta temporada.
Nadie dudaba de su favoritismo ante la rusa Maria Sharapova (número 2), quien defendía el título parisino, pero a la que había casi aplastado en los últimos tiempos. Sin embargo, la siberiana, de 26 años, se batió como una gran guerrera, lo que dignificó más el título de la ganadora, quien se dejó la corona con un doble 6-4, para dominar el duelo personal 14 a 2.
Cuando todo el mundo creía que la estrella de Serena comenzaba poco a poco a extinguirse, como sí ha ocurrido con Venus, poco más de 15 meses mayor que ella y ganadora de siete de los torneos mayores, la primera volvió al circuito con más bríos que nunca.
Después de haber penado durante meses, en que solo ganó en Brisbane, tras la derrota en la final de Doha frente a Victoria Azarenka (actual número 3 mundial), el pasado 17 de febrero, luego ya no supo lo que era perder y hasta ayer, inclusive, acumuló 31 triunfos consecutivos en el circuito.
Tras el de Catar, Williams se impuso en Miami y Charleston (EE. UU.), Madrid en final ante la misma Sharapova y en Roma.
Pero, lo que impresiona de la jugadora nacida en Saginaw (Michigan), es su colección de trofeos del Grand Slam.
La tenista, allí por donde va deja la marca de sus potentes golpes y lo ha hecho en todas partes desde que comenzó su carrera profesional muy joven, en 1995, siendo una adolescente de 14 o 15 años.
“Me quiero retirar en el pico de mi carrera. ¿Estoy ahí ya? La edad es un número. Nunca me he sentido tan en forma. Quizá sea algo que esté en el agua en Estados Unidos, no lo sé”, bromeó la mejor tenista del mundo, luego de la final.
Una de las claves de su victoriosa final fue su implacable servicio en un partido en el que sacó a 173 kilómetros por hora de media, colocó 10 saques directos y llegó a lanzar un misil a 200 kilómetros por hora.
“Hace 11 años no podía creer que hubiera ganado Roland Garros. Era muy joven y fue una gran sorpresa para mí”, recordó sobre el título que le ganó a su hermana Venus en París, en el 2002.