En julio pasado, con la llegada de Gerardo Tata Martino al banquillo del FC Barcelona arribó también un estilo de juego algo distinto que, aunque no ha hecho caer los buenos resultados, sí aumentó las críticas entre la afición azulgrana.
Ante el temor de que el equipo se volviera predecible y se le cuestionara que no era capaz de crear muchas ocasiones de gol en el tiempo que tenía la pelota, el técnico argentino implementó variantes que le dieron mayor verticalidad a su juego, sin descuidar la seguridad defensiva.
Sin embargo, desde el arranque de la Liga, el Barça fue disminuyendo su porcentaje de posesión del balón, hasta acabar hace una semana con una racha de 316 partidos con más del 50%.
Durante todo este tiempo, los jugadores han apechugado con las críticas y se han confesado conscientes de atravesar una etapa de transición en la que, sin perder su fidelidad al tiqui-taca, serán mejores en ataque.
“Habrá partidos para tener la pelota y moverla y otros en los que tendremos que cerrarnos atrás y salir a la contra. Tenemos jugadores rápidos y buenos pasadores”, advirtió Lionel Messi, unos días antes del juego en Vallecas.
A sus palabras se unieron las del defensor Gerard Piqué, quien aseguró a un diario italiano que los jugadores blaugranas habían sido “un poco esclavos del tiqui-taca”.
“Nos hemos convertido en previsibles. A veces los partidos son duelos de balonmano y nos queremos meter con la pelota hasta la cocina, cuando se puede patear desde fuera del área. Los goles valen igual”, se explicó el zaguero.
Tras la pérdida de la posesión de pelota ante el Rayo Vallecano, algunas voces se hicieron oír, temerosas de que el Barcelona hubiera perdido su esencia.
Los jugadores, el cuerpo técnico y la directiva culés salieron al paso para responder a quienes se atreven a hablar de una “crisis deportiva” en el equipo catalán.
“El año pasado se tuvo un 68% el control de la pelota y hasta ahora es del 67,8%. No creo que este 0,2% signifique que estamos cambiando algo”, precisó Martino.