La furia fue más que la garra. España doblegó con mucha clase a un inoperante equipo de Uruguay ayer en la Copa Confederaciones.
El campeón del mundo le demostró al monarca de América, que la inteligencia puede ser más efectiva que la fuerza, y con esta receta, lo venció 2-1.
Los ibéricos a base de exquisitos pases de primera y segunda intención, volvieron a mostrar el buen nivel que tienen y respondieron al por qué son los máximos favoritos a llevarse el trofeo.
España tomó el balón, y demostrando todo su “egoísmo”: solo le prestaba el esférico a los uruguayos por lapsos de 11 segundos, lo más.
Uruguay, un poco desorientado, intentó esperar y esperar, pero la paciencia de un equipo tan agresivo es muy poca.
Los españoles evitaban perder el balón y, a la vez, las patadas; los charrúas intentaban guardar la cordura con disimuladas faltas.
Al 9’, llegó el primer aviso. Cesc Fábregas disparó rastrero desde fuera del área pero el poste le dijo que no, luego de una excelente jugada de Andrés Iniesta.
Este último se comió la cancha, se echó el equipo al hombro y condujo a la perfección una orquesta que sonó sus mejores melodías.
Los toques iban de aquí para allá y de allá para acá sin interrupción.
Como dice el dicho: tanto va el agua al cántaro que se rompe. La Roja puso números al 19’.
Tras un entrevero en el área, la pelota quedó sola en las afueras de esta, y Pedro Rodríguez la mandó a guardar luego de un desvío bastante evidente de Diego Lugano.
A partir de este minuto, y hasta el 30’, la historia no varió mucho: el toque seguía de un lado para otro, obviamente, a favor de la Roja.
Un minuto después, la pizarra subió de dígito. El 2-0 era una realidad que sonaba a goleada.
Si esta no llegó, no fue por los charrúas, fue porque España se conformó en la segunda parte con lo conseguido hasta el momento.
El partido pasó de sonrisa a mueca en la segunda mitad cuando el juego físico comenzó a reinar.
Cada vez las opciones escaseaban más y el dominio español pasó de ser ofensivo a aburrido.
Esto le pudo salir un poquito caro, porque un conjunto como el suramericano hay que matarlo de una vez, sin mucho rodeo y antes de que pueda reaccionar.
Luis Suárez fue derribado en las cercanías de la trinchera de un Iker Casillas que estuvo de vacaciones, prácticamente, todo el cotejo.
Como todo buen goleador, Suárez, agarró la única pelota que tuvo, la pasó por encima de la barrera y clavó con rabia el balón al ángulo.
El tanto sirvió para revivir, al 87’, las emociones que perecieron desde el 45’.
Los tres minutos restantes se esfumaron sin pena ni gloria, y los cuatro que se agregaron igual.
De esa forma la Roja doblegó a la garra charrúa con mucha clase y le demostró que en el fútbol, a veces, y en este caso, fue más efectiva la inteligencia que la fuerza.