Saprissa ganó pero no le sobró nada. Sacó su resultado sin derroches, con los ojos clavados en el reloj y cierto margen de angustia para que al final Brujas no le echara a perder el domingo.
A los morados la pirotecnia les alcanzó para fabricar tres goles. Tal producción debería ser suficiente para pasar la tarde sin taquicardias, pero toleraron dos anotaciones que aderezaron los tres puntos con ciertas dosis de sufrimiento.
Brujas nadó con desesperación, siempre contra la corriente, mas nunca entregó las armas. Incluso en la última jugada el guardameta Luis Diego Sequeira subió a cabecear, en busca de la proeza. No lo consiguió, pero la actitud digna de los hechiceros es un ejemplo para los equipos que salen sonriendo de la
Saprissa volvió a construir su castillo a partir del juego por las bandas, gracias a Armando Alonso y Esteban Sirias, sin camisas de fuerza para traspasar a discreción la línea de mitad del campo.
Habría que ver si tal osadía persiste cuando jueguen de visitantes; por ahora hay una clara intención de herir al oponente con arpones por los costados, aunque Sirias todavía no llegue al punto alto de la curva de rendimiento, como cuando hacía estragos en Liberia.
Los tres goles cayeron por la bola muerta y pases largos desde la banda. En el centro las cosas estaban más trabadas, y Alejandro Sequeira tuvo que dedicarse a pivotear, sin oportunidad para sacar la metralla ante el arquero.
Brujas, en tanto, caminó con firmeza solo cuando estuvo abajo en la pizarra. El repunte tuvo mucho que ver con el ingreso de Heiner Mora, que entró a meter el taladro por la banda derecha. El hechicero regaló el mejor de los cinco goles y sembró inquietud cada vez que entabló sociedad con Yosimar Arias.
Por el otro costado, Pablo Brenes también protagonizó algunos buenos momentos contra su exequipo. En ninguna parte está escrito que los clubes visitantes deban llegar a encerrarse, ni siquiera cuando enfrente está el campeón.
Por ratos trataron de esconder la pelota con uno de esos ejercicios de pie a pie, en cortito, que suelen desquiciar al oponente. Pero el monólogo no duró mucho. Brujas se reagrupó, hizo control de daños y decidió que no iba a darse por vencido sin antes pedir la palabra.
A lo mejor Saprissa está acostumbrado a doblegar adversarios que se derrumban en algún momento del partido, quizás por el pánico escénico de jugar en Tibás.
Brujas, en cambio, puso en aprietos a los morados y vendió la idea de que alcanzar el empate no era una empresa imposible. Nunca fue rehén del miedo, aunque les faltó tranquilidad a la hora de dar el golpe definitivo. También es cierto que merecieron perder, especialmente por los boquetes de su defensa, muy permisiva a la hora de marcar en los momentos clave.
Los tibaseños supieron golpear y después soportaron el vendaval. No fue un juego espléndido, pero en el largo trajín de un campeonato hay partidos así, para guardar el traje entero y ponerse el overol.
Saprissa necesitaba otra victoria para terminar de ahuyentar la cadena de malos resultados que sembró una crisis. Es un triunfo que no levanta muchos adjetivos positivos. Más adelante tal vez esté en capacidad de eso, de añadirle brillo a sus conquistas.