Juan no conoce a Carlos, no sabe cómo se llama, dónde vive, cuántos años tiene.
Carlos lo ignora todo acerca de Rubén, estado civil, profesión, nombres de los padres.
Rubén no tiene la menor idea respecto a Carmen, qué le gusta o disgusta, cuáles son sus sueños y cuál es su pasatiempo favorito.
Carmen nunca antes había visto a Sergio, por lo tanto no tiene la menor sospecha sobre su carácter, sentido del humor o los hechos que más lo enojan.
Sergio, a su vez, no es pariente, amigo ni compañero de trabajo de Ana, de allí que no tiene porqué saber que su segundo nombre es Luisa; su primer apellido, Monge, y el segundo, Carmona.
A Ana Luisa le resulta familiar la cara de Antonio, pero en realidad es la primera vez que lo ve —lo confunde con un antiguo novio de una prima—; se sorprendería si él le contara que trabaja en la morgue de un hospital, se ha casado cuatro veces y tiene 11 hijos.
Antonio ni siquiera ha reparado en Diego; reiría a carcajadas si se diera cuenta que viven en la misma cuadra, frecuentan el mismo bar y, además, ambos están enamorados de Roxana, la hija del carnicero.
Diego mira de reojo a su vecina, Rebeca, quien se encuentra con sus hermanas Carolina y Valeria; desea romper el hielo, conversar con ella, preguntarle cuál es el equipo de sus amores, si asiste al estadio con frecuencia y —interrogante cajonera— por qué razón las tres son tan lindas.
Rebeca se encuentra a la par de Pablo; le haría gracia saber que ese niño estudia violín, se la pasa molestando a su hermano y su mascota es un canguro de tela.
Pablo está a la par de Matías, su hermano; conoce a su novia, el colegio donde estudia y la admiración que siente por Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa. Estas hermanas y estos hermanos son los únicos que se conocen en la gradería de sombra.
Matías no sabe nada de nada de quien ocupa el espacio a su lado, Mauricio; desconoce qué opina del presidente de la República, del exmandatario que anda con antojo de volver a Zapote y de los presuntos ofrecimientos de embajadas.
Mauricio ignora que Norberto, su vecino, es ateo, apoya la fecundación in vitro y le gustan las corridas de toros.
Tantos desconocidos en la gradería. Tantos desconocidos en el estadio. Pero cuando cae un gol todos se abrazan, brincan, gritan. De repente todos son uno.