Buenos Aires
“Indignación”, “estupor”, “asombro”, son algunos de los calificativos que la prensa internacional utilizó para comentar su desacuerdo por el Balón de Oro del Mundial otorgado a Lionel Messi al bajar el telón de Brasil 2014. El siempre correctísimo Messi debió subir a recoger su premio instantes después de perder la final del mundo. Su cara era el reflejo de la decepción, lo cual lo enaltece: lamentaba la derrota grupal por encima del logro individual. Como debe ser. Pero su gesto, que denunciaba la amargura interior, le sirvió al periodismo para ilustrar que “ni él entendía que lo premiaran”.
Por primera vez –y en una de las pocas medidas atinadas de la FIFA entre sus muchas desprolijidades de los últimos tiempos– el ganador no fue escogido por los periodistas sino por el Grupo de Estudio Técnico que analiza los 64 partidos de la Copa: 13 expertos de todo el mundo, ex jugadores y entrenadores de rica trayectoria que saben más que los periodistas y van al Mundial exclusivamente a eso, a ver los partidos, hacer un seguimiento a los futbolistas y entregar un informe detallado.
Está bien que los periodistas no decidan más este premio, como venía sucediendo. En líneas generales, miran muy poco los partidos. Pasan la mayor parte del tiempo escribiendo en sus computadoras, hablando por teléfono, enviando tuits, tomándose fotos y subiéndolas a Facebook para que las vean sus familiares y amigos y algún otro tipo de menester tecnológico antes que mirar el juego, que de eso se trata, pues a eso los mandan. Y pocos anotan. El que apunta las jugadas parece venido de la prehistoria.
Por este tipo de comportamientos es que se han entregado Balones de Oro absurdos como el de Zidane en 2006, por ejemplo. Zidane tuvo dos partidos buenos en el Mundial de Alemania: frente a España y ante Brasil. En la primera fase jugó decididamente mal los dos primeros, tanto que los periodistas franceses comentaban que Zinedine quería volverse a Francia al finalizar el grupo. El DT Raymond Domenech lo excluyó del equipo para el día definitorio ante Togo, en el cual se jugaban el pase de ronda. Ganó Francia 2-0. Ya en octavos, Zidane volvió a la titularidad, brilló y convirtió un gol, en el minuto 92, el tercero de un 3 a 1 a España. Un gol meramente estadístico. Luego fue figura en el 1-0 frente a Brasil (gol de Henry). Marcó de penal a Portugal (1-0) y anotó, otra vez desde los 12 pasos, frente a Italia en la final. Encuentro en el que fue expulsado por una grave agresión a Materazzi, no pudo ejecutar en la tanda de penales y Francia fue derrotada. Ese fue, sin dudas, el paradigma del Balón de Oro mal entregado, por no analizar los partidos, por nombre nada más. Nadie criticó pues lo eligieron los propios periodistas.
Meses después, técnicos y capitanes de las selecciones de todo el mundo enmendaron el error y le dieron el Balón de Oro anual a Cannavaro, capitán de Italia, que jugó siete partidos extraordinarios, sin un solo error y fue campeón.
Antes ya hubo otros actos fallidos, como los Balones de Oro concedidos a Ronaldo en 1998 (cuando lo merecía Zidane), a Oliver Khan en 2002 (cuando el indicado era Ronaldo). La misma prensa ahora escandalizada es la que clamaba para que le dieran a Iniesta el premio en 2010. Haber hecho el gol en la final es un mérito formidable, desde luego, pero no puede ser el único argumento. Forlán jugó mejor.
Volvemos al presente... Messi no pidió el Balón de Oro, se lo dieron. Fue básicamente por sus actuaciones en los 4 primeros partidos, en los que se dio un hecho inusual para el fútbol actual, tan colectivo: que un jugador por sí solo llevara a su equipo hasta cuartos de final. Marcando 4 goles, tres de ellos fantásticos, y elaborando una jugada preciosa para que Di María anotara otro. Argentina, pobrísima en sus primeras cinco presentaciones, recién dio una imagen sólida ante Holanda en semifinal y ante Alemania en la final, pero con un corte fuertemente defensivo. Messi, ya huérfano de compañía futbolística, quedó aún más desamparado, sin Di María y con unos irreconocibles Agüero e Higuaín.
“Messi le dio más al equipo que el equipo a Messi”, sintetizó con brillantez Mascherano. El Pibe Valderrama había hecho otra aguda reflexión antes del Mundial: “Para ser campeón, Messi necesita un equipo”. Nunca lo tuvo, nadie lo acompañó en su juego.
De los otros nueve postulantes al premio (Di María, Mascherano, Müller, Hummels, Kroos, Lahm, Neymar, Robben y James Rodríguez), todos de buen desempeño, algunos no calificaban por diferentes motivos. Descartando, quedaron Arjen Robben y James Rodríguez. James jugó un campeonatazo, se reveló como un supercrack , fue el goleador, pero para el Balón de Oro un aspirante debe jugar los 7 partidos. Es una condición decisiva. Si a Messi su fútbol no le alcanzó para ganar el título, a James no le dio para llegar a semifinal. Y Colombia sí era un equipo armónico.
En encuestas hechas en diversos medios aparece Robben como favorito del público para haberse quedado con el Balón. Hizo un bello torneo el holandés, sin duda; pero sus números no dicen mucho: marcó dos goles en el debut ante una España impresentable, barrial, y al siguiente le hizo otro a Australia. En los cinco cotejos posteriores no anotó más. Lo que se vio fue un Robben veloz, animoso, de fabuloso estado físico. Aunque muy correlón y hábil, no fue derroche de talento el suyo. Robben, como James, sí estuvo bien rodeado; en su caso, por Sneijder, Van Persie, Huntelaar, Memphis Depay, y por una defensa de hierro.
Los alemanes tuvieron seis o siete figuras, todas muy parejas (sobre todo Hummels, Schweinsteiger, Muller, Kroos, Schurrle, Neuer), aunque no una estrella individual. Las opiniones son todas respetables, pero no es una locura haberle entregado el trofeo a Messi. Estamos hablando de un futbolista de todos los tiempos, que en cada maniobra muestra su clase, su dominio exquisito del balón, su hermoso remate, sus pases deliciosos. Miren este video preparado por la BBC y verán lo que hizo, incluso en la final: http://vimeo.com/100802306. Fue notable.
Además, es un jugador con pocos negativos, es decir no son frecuentes en él las equivocaciones. Si Messi pierde una pelota, se nota mucho. Y vale considerar que fue el jugador más marcado del campeonato, como siempre.
Messi es un fenómeno extraño, genera grandes resistencias en muchísima gente. Tal vez por su nacionalidad, por su mutismo, por ser un antidivo.
Es difícil encontrar un ídolo más sencillo, menos ególatra; pero se le exige lo máximo en cada partido y genera anticuerpos.
Hubo medios que inventaron que dejó a niños con la mano extendida. Falso. Lo notable es que él no le responda nunca a nadie.