La Organización Mundial de la Salud asegura que la diferencia entre el deporte y la actividad física o el ejercicio es el carácter competitivo.
Uno podría aventurarse a pensar, también, que lo que pone al deporte en un nivel superior es –además y especialmente– la pasión.
Eso, precisamente, es lo que brilla en los ojos de los futbolistas, los ciclistas, los corredores, los escaladores cada vez que entrenan, cada vez que exigen el cuerpo a niveles impensables para el resto de mortales.
La pasión es, al tiempo, bugía y gasolina.
Pero –y esto es clave– la pasión no se queda en quienes compiten.
Como un virus, se transmite también a quienes observan, a quienes sudan una camiseta como si les pagaran por ello, a quienes sufren como si la vida se les fuera en un lanzamiento de penal.
La pasión se retrata en la cancha y en las gradas.
El equipo Coopenae hace reconocimiento de la pista de la Guácima previo a una compentencia en marzo pasado. Foto: John DuránEditores fotográficos: Adrián Arias y Marvin Caravaca.