Gladys Montealegre, de 52 años, no podía dar ni diez pasos sin sentir que le faltaba el aire. Édgar Pérez, 10 años menor, vivía exactamente lo mismo y, por lo tanto, se le dificultaba trabajar
Ambos presentaban una enfermedad llamada regurgitación mitral. Este mal se caracteriza porque la válvula mitral, la que regula el flujo de sangre hacia la cavidad superior izquierda del corazón, no puede transportar la sangre de manera normal.
Ambos presentaban una enfermedad llamada regurgitación mitral. Este mal se caracteriza porque la válvula mitral, la que regula el flujo de sangre hacia la cavidad superior izquierda del corazón, no puede transportar la sangre de manera normal.
En personas saludables, la válvula mitral tienen dos valvas (o "velos") que se abren y se cierran para regular la circulación sanguínea en el lado izquierdo del corazón. Estas valvas impiden que la sangre se devuelva a los pulmones después de cada contracción cardíaca.
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En los casos de Montealegre y Pérez, las valvas no cerraban bien y esto ocasionaba una fuga de sangre hacia los pulmones: "se devolvía" en lugar de continuar su rumbo.
Esto les provocaba a estos pacientes aumentos en la presión arterial y pulmonar y dificultades respiratorias.
La mayoría de las veces, este problema se soluciona con una cirugía en la que se coloca una nueva válvula. Sin embargo, dicha opción era impensable para Montealegre y Pérez, pues la salud no los hacía candidatos para esta operación.
Ella había sufrido ya dos infartos y él tenía su ventrículo izquierdo muy deteriorado.
La solución
Los cardiólogos del Hospital Calderón Guardia dieron con una solución que se utiliza por primera vez en un hospital público en la región centroamericana. Se trata de la colocación de un dispositivo llamado Mitraclip.
Este es un clip que se ajusta en la válvula y actúa como visagra que abre y cierra el paso de sangre, lo que evita que el líquido se devuelva a los pulmones.
"Esto no sustituye la cirugía, pero es una buena opción para los pacientes que no tienen otra alternativa", comentó Eduardo Sáenz, cardiólogo intervencionista y uno de los especialistas participantes en ambos procedimientos.
La técnica consiste en que, por medio de catéteres, se introduce el dispositivo a través de la arteria femoral en la ingle y se dirige al corazón. Luego, se sujeta el clip a las valvas, generando el efecto pinza que las ayuda a cerrar con mayor fuerza.
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"Anteriormente, a estos pacientes no se les podía ofrecer mucho. Al no poder ser sometidos a cirugía, se les daba medicamentos para mejorar su calidad de vida. Una opción viable era el trasplante, pero son pocos los corazones disponibles para ello", manifestó Sáenz.
Mauricio Vanegas, jefe de cardiología del Calderón Guardia y cardiólogo intervencionista añadió: "Es una técnica para una población muy específica, es una población pequeña, pero que antes no tenía otra opción".
En recuperación
Gladys Montealegre y Édgar Pérez fueron sometidos a este procedimiento hace tres semanas. Ambos regresaron a sus respectivos hogares –ella en Goicoechea y él en Limón– 48 horas después de su intervención
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Hoy, ambos dicen que su vida es otra.
"Una vez que me desperté el cambio fue completo. Ya respiraba bien. Ya puedo hacer cosas que antes no hacía. Yo le agradezco muchísimo a Dios, al hospital y a los doctores. Esto es muy importante porque soy cabeza de familia y hay gente que depende de mí", expresó Montealegre.
Pérez agrega: "Ahora ya puedo trabajar. Mi vida ha mejorado mucho. Se cansa uno menos, puedo rendir mejor. Agradezco a los médicos que lucharon por nosotros".
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Los pacientes ahora deben tomar dos medicamentos durante seis meses y someterse a ecocardiogramas periódicos para ver cómo van evolucionando, comprobar que el clip esté bien colocado y que no haya riesgo de infección.
El procedimiento tiene un costo de unos ¢20 millones por paciente. Esto incluye el dispositivo, los análisis y pruebas previos a la intervención y el seguimiento posterior.