¿Es usted de las personas que luego de no tener una sola espinilla desde que salió de la adolescencia vuelve a ver en su rostro –incluso 15 años después– no solo una, sino varias más?
Esta es una preocupación común en consultorios médicos, y las principales pacientes son mujeres entre 32 y 50 años. Con esta inquietud en mente, investigadores de la Facultad de Medicina Icahn, en Mount Sinaí, Nueva York, se dieron a la tarea de estudiar los motivos.
Los científicos primero revisaron literatura sobre el acné en diferentes etapas de la vida y vieron que esto es común en el 80% de los adolescentes; después de los 20 años este porcentaje baja a menos del 40% y después de la tercera década de vida ronda cerca del 20%.
Posteriormente, reclutaron a 500 personas mayores de 25 años con diferentes grados de acné y analizaron su alimentación, trabajo, hábitos de ejercicio y de sueño, entre otros. También se escogió a 200 personas sin este tipo de problemas para que fungieran como control.
Los investigadores señalaron que esto es más común en las mujeres dados los niveles hormonales que en ocasiones tienden a aumentar la producción de grasa en la piel.
Alimentación y estrés, claves. Los investigadores encontraron dos aspectos preponderantes entre quienes más acné tienen: la forma en la que comen y el estrés que manejan en su vida.
De acuerdo con el reporte, publicado en la revista Journal of the American Academy of Dermatology , las personas que comieron fruta y verdura, o pescado fresco, menos de cuatro días a la semana tenían más del doble de probabilidades de tener acné, en comparación con quienes comieron esos alimentos con mayor frecuencia.
“Quienes comen pocos alimentos saludables quizá coman muchos alimentos con mucha grasa y azúcar, esto podría influir”, explicó Bethanee Schlosse, una de las investigadoras.
Por su parte, quienes reportaron niveles “altos” o “muy altos” de estrés tenían un riesgo tres veces más alto de tener acné.
“Es difícil liberarse del estrés, pero sí es recomendable realizar actividades relajantes. No es necesaria una meditación profunda, a veces solo ponerse pijamas y tomar leche ayuda”, concluyó la especialista.