Desde muy niña, Daniela Najmías Lang estaba obsesionada (en el buen sentido, como ella misma afirmó) con el ambientalismo y un mejor manejo de los residuos. Tanto así, que cuando tenía cuatro años implementó el plan de reciclaje para su hogar.
Una buena oportunidad para aplicar su “obsesión” surgió con las ferias científicas que llegaron a su vida a partir de tercer grado de la escuela; desde entonces no hubo marcha atrás, pues siguió participando en el colegio y eso le abrió puertas a ferias nacionales e internacionales.
Hoy, a sus 20 años y en tercer año de la universidad, no ha dejado de exponer su trabajo científico. Ahora lo hace partiendo de la idea que tuvo a los nueve años, pero que por su complejidad pudo materializar hasta los 13 y que desde entonces ha seguido puliendo.
Comenzó como un “basurero inteligente” y la idea fue evolucionando hasta que tomó más forma y hoy tiene relación con un sistema complejo de compostaje, que lleve a las personas a un uso más inteligente de sus residuos orgánicos.
“No era solo la curiosidad científica, necesitaba algo que tuviera impacto social o ambiental”, dijo en entrevista con La Nación.
Este proyecto fue presentado recientemente en una feria de la Universidad Rice, en Texas, Estados Unidos, donde ella estudia Bioingeniería.
Un ‘basurero inteligente’ que evolucionó
El punto de partida, explicó Najmías, fue una idea de un basurero que pudiera ser una solución urbana de manejo de desechos más intuitivo para el usuario. Quería que el proceso fuera automatizado y que permitiría hacer reciclaje.
Para crear su proyecto y verlo evolucionar, Daniela debía ir más allá de lo que veía en la escuela y en el colegio. Comenzó por aprender Programación, que era necesario para la parte técnica de su proyecto.
Más adelante vio necesario aprender sobre electrónica y electricidad. “Me tocó desde cero aprender a programar, a hacer circuitos y a soldar”, recordó.
Luego comenzó a estudiar cómo hacer compostaje y probar mejoras. De hecho, cuando lo presentó en octavo año ganó el primer lugar de la Feria Científica Nacional, en la categoría de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico.
Siguió trabajando en el proyecto y, con la ayuda del Internet de las cosas, ideó cómo hacer que el usuario pudiera “comunicarse” con el basurero para ver cómo estaba su desempeño y capacidad, y cuánta batería le quedaba. Además, creó una app para que la persona pudiera ver cómo iban los residuos, con el fin de evaluar el desempeño de su basurero. Eso, por ejemplo, permitiría que el camión de la basura pasara solo cuando sea necesario.
Con el tiempo, determinó que su idea tenía potencial para un proyecto de emprendedurismo, por lo que participó en una competencia internacional llamada Diamond Challenge, que es de las mayores a nivel del mundo para colegiales.
Desarrolló otros proyectos en paralelo que también le valieron premios, pero siempre regresaba al que la había enamorado de las ferias científicas.
En 2020, en su último año del colegio, aprovechó que la pandemia daba facilidad para cursos virtuales y llevó uno con la Universidad de Harvard sobre Ingeniería Bioquímica y vida sintética. En un inicio, esto le iba a ayudar a escoger carrera entre Bioingeniería, Ingeniería Química o Ingeniería Ambiental. Sin embargo, le pedían un proyecto final de innovación, y tomó la misma idea. Así nació decompocycler, un juego de palabras en inglés que une a las palabras compostaje y reciclaje.
Comenzó a cambiar el proyecto y a enfocarse solamente en el compostaje. Habló con expertos en Microbiología, Bioquímica y Bioingeniería para desarrollar un compostaje más rápido y que diera la mejor calidad de producto posible.
Ya esa investigación la llevó a la universidad. Ahí, en su carrera de Bioingeniería, busca cuáles microbios debe inocular para mejorar la calidad del suelo donde se usará la composta, para obtener un mejor método de compostaje.
Este año llevó su proyecto a la Feria de Ingeniería universitaria, que es más un campo de exhibición que una competencia. Allí tuvo la oportunidad de escuchar las impresiones sobre su proyecto.
‘Basurero inteligente’ seguirá entre sus metas
Daniela no solo se ve como bioingeniera, sino que busca soluciones a futuro. Por eso también toma cursos para una especialización en emprendedurismo en la que aprende de Administración, Diseño y Mercadeo.
Sin embargo, buscará seguir mejorando su idea. “El conocimiento evoluciona con los años. Lo que uno creyó que era bueno antes, tal vez se pueda hacer mejor de otra forma”, especificó.
Al terminar la carrera, quiere estudiar una maestría en alguna área de Ingeniería y regresar a Costa Rica con el conocimiento. Sabe que aquí hay mucho potencial para poder hacer su desempeño profesional aquí.