Será porque la palabra “trabajo”, según dicen algunos, proviene de un instrumento de tortura (el tripalium ) que se utilizaba en la antigua Roma para torturar esclavos; o será porque, visto desde fuera, el oficio del artista se parece bastante a no estar haciendo nada, en vez de estar ganándose el pan con el sudor de la frente; por la razón que sea, para la mayoría de la gente la labor de crear obras de arte no encaja dentro de lo que ellos consideran un verdadero trabajo.
Ante la pregunta: “¿y usted a qué se dedica?”, uno responde tímidamente: “bueno... soy músico y escribo”. La otra persona se queda un instante con la mente en blanco y luego exclama: “ah... pero ¿usted vive de eso, o lo hace por hobby ?”.
Con el tiempo, el trabajo del músico ejecutante –dado que todo el mundo lo puede ver sudar en el escenario como cualquier jornalero– ha sido más aceptado. Ya casi se le considera un oficio “decente”. Los escultores también se han ganado algún reconocimiento, en virtud de que nadie pone en duda el enorme esfuerzo que conlleva convertir un tosco bloque de mármol o granito en una figura pulida, digna de un museo o de yacer en un nicho de la Basílica de San Pedro.
Del mismo modo los grandes autores y autoras de libros se salvan de caer en el cajón de los “vagos”, en virtud de que venden millones de copias de sus obras y ganan mucho dinero, lo que ante los ojos de cualquiera los convierte automáticamente en personas muy trabajadoras.
Pero la aplastante mayoría de quienes nos dedicamos a estos oficios no formamos parte de esa selecta élite de los best sellers . La mayoría elegimos el oficio de escribir, o el de componer música, pintar, bailar, actuar o ejercer labores creativas en cualquiera de sus formas, a sabiendas de que difícilmente seremos considerados como parte de la fuerza laboral que contribuye a convertir a Costa Rica en un país más próspero.
Por eso esta Tinta Fresca está dedicada a todos los vagos y las vagas de este rincón del mundo. A quienes cultivan el raro hobby de taladrar el sentido, palabra por palabra, nota por nota, para llenar los anaqueles de nuestras librerías, las paredes de nuestras salas de exposición y las salas de concierto semi-vacías, con obras nuevas y originales, con gritos al cielo, giros, muecas, cuentos y canciones ignoradas por la radio.
Este primero de mayo, sirvan estas líneas para reivindicar el sudor de quienes salen cada mañana a cazar sus propias utopías, a renovar la ironía, a minar el status quo con dardos de pintura y versos, a inventar los mundos que nunca veremos más que a través de sus ojos.