LOS ANGELES (AP). Los mismos problemas que aquejaron a La Vie en Rose , protagonizada por Marion Cotillard en el papel de Edith Piaf, existen en The Iron Lady , la cinta biográfica sobre Margaret Thatcher con Meryl Streep en el papel de la ex primera ministra británica.
Aunque ambas películas tienen grandes actuaciones de actrices fuertes interpretando a mujeres fuertes de la vida real, los guiones de ambas se ven afectados por seguir los hechos sin presentarlos con substancia.
Streep da una impresión creíble como Thatcher, con su peinado alto, la voz mesurada y el carácter férreo. Su oído impecable para los acentos y su mímica detallada de los gestos tampoco faltaron en este caso, y tiene momentos de pasión debajo ese exterior reservado: la forma en la que reprende a su viceministro durante una reunión del gabinete, es fulminante.
Pero la película de Phyllida Lloyd (quien dirigió a Streep en el musical de ABBA Mamma Mia! ), basada en un guión de Abi Morgan (Shame), reduce esta vida tan importante a una colección de grandes éxitos contada con momentos históricos; una trampa en la que caen muchas películas biográficas al tratar de englobar todo. Aparece la primera elección de Thatcher como servidora pública, después su ascenso al puesto de primera ministra, la primera y única vez que una mujer ha logrado esto en Gran Bretaña. También llega el conflicto de las Islas Malvinas y la caída del Muro de Berlín.
A lo largo de todo su amado esposo Denis (Jim Broadbent), se quedó a su lado, hasta el momento de su muerte, e incluso después.
Una de las herramientas de narración más fáciles y repetitivas en The Iron Lady es cuando la envejecida y frágil Thatcher parece estar hablando consigo misma cuando en realidad está hablando con su esposo muerto, un síntoma de la demencia que acosa su otrora formidable cerebro (Thatcher tiene en la vida real 86 años). Esto lleva inevitablemente a recuerdos de los momentos históricos en la película. Pero con el tiempo uno termina por saber que si Thatcher está sola en su casa vacía, Denis aparecerá para entretenerla, por lo menos en su imaginación.
El truco se usa tan seguido que se puede predecir, lo que le quita todo el impacto emocional y el sentimiento profundo de pérdida que se supone debería evocar.
The Iron Lady se centra más en Maggie la mujer y pasa sólo superficialmente por su influencia política mundial. Las imágenes de archivo que fueron incluidas en la cinta hacen que se sienta muy somera. A medida que Thatcher deja de ser una hija de un tendero y esposa joven (interpretada por Alexandra Roach) para convertirse en una personalidad enorme y divisiva, queda muy claro la importancia del servicio público pero deja una sensación de insatisfacción.
Nunca se sabe qué fue lo que la motivó y la impulsó, aunque se desearía dada la desigualdad de género que tuvo que superar. Además, la idea de que la relación con su familia se vio afectada como resultado de sus aspiraciones políticas es algo que se sugiere y pasa de largo, en vez de que sea explorado.
Streep, con sus trajes azules y sus perlas, y a pesar de ser una de las mejores actrices de nuestro tiempo, no puede hacer mucho cuando el personaje que está interpretando no está en el guión.