Entrevista a ciudadano común sobre qué opina de la labor de la Asamblea, en este caso con el Don Alvaro Salas quien ha vivido los cambios en la politica nacional desde hace muchos años. (29-04-2013). Fotografia Marcela Bertozzi (Marcela_Bertozzi)
En el año 2002, cuando se rompió el bipartidismo que conformaban el PUSC y el PLN, la opinión pública sobre la labor de la Asamblea Legislativa vivió un momento de buenas expectativas.
Con la llegada del Partido Acción Ciudadana (PAC), los criterios positivos sobre el trabajo de los diputados alcanzaron el punto más alto de los últimos 15 años.
Los primeros pasos de una tercera fuerza política de peso en cuesta de Moras, hizo que 45 de cada 100 ciudadanos aprobaran la labor legislativa, mientras que a principios de siglo lo hacían 30.
Sin embargo, al pasar el tiempo y consolidarse el multipartidismo, la opinión de la gente sobre la Asamblea Legislativa cayó estrepitosamente.
Tanto así es que hoy solo 4 de cada 100 ciudadanos creen que la la labor de los diputados es buena o muy buena, según la última encuesta de la empresa Unimer para La Nación , confeccionada en febrero pasado entre 1.200 personas en todo el territorio nacional.
El parlamento actual sufre el punto más bajo de aprobación de los últimos tres lustros.
En la otra mano, nunca tanta gente había visto con malos ojos lo que ocurre en cuesta de Moras. A diferencia del 2002, cuando 45 de cada 100 aprobaban el trabajo legislativo, en la actualidad 45 de cada 100 lo desaprueba.
Estas conclusiones sobre la evolución pública en torno al Congreso se desprenden de un repaso de las encuestas de Unimer que tocaron este tema desde 1998 hasta la fecha.
En el gobierno de Miguel Ángel Rodríguez, con la efervescencia que desató el apoyo al “combo ICE” por parte de la Unidad Social Cristiana (PUSC) y de Liberación Nacional (PLN), la imagen del Congreso no era tan mala.
En la cúspide del bipartidismo, entre quienes conocían la labor de la Asamblea, la opinión se dividía en tres: cerca de una tercera parte lo aprobaba, una tercera parte lo criticaba y una tercera parte lo tildaba de regular.
Luego, apenas un año después del rompimiento del bipartidismo, la opinión positiva del Congreso cayó de un 45% a un 27%.
En el ínterin, ocho de los 14 diputados elegidos por el PAC hicieron casa aparte y el Libertario perdió uno de sus seis diputados. Corría la administración de Abel Pacheco.
Más partidos. Para la siguiente administración, la de Óscar Arias, el electorado acentuó el multipartidismo al colocar ocho partidos en el Congreso en lugar de cinco.
Tras las intensas discusiones alrededor del TLC y su agenda de implementación, este Congreso terminó con un 18% de aprobación.
Para la administración de Laura Chinchilla, los votantes eligieron de nuevo ocho fracciones legislativas, pero más equitativas que en el periodo anterior.
Y, en este caso, la debacle de la Asamblea Legislativa ante los ojos de los costarricenses fue constante desde que, al inicio, los diputados trataron de subir su salario.
Álvaro Salas, un excombatiente del 48 que ha visto congresos desde 1932, opina que hoy algunos llegan a la Asamblea a impedir gobernar, además de que “la gradería de sol” se metió en la Asamblea.
Paula Calderón, vecina de Guápiles, de 18 años, opina que la diversidad de partidos ayuda en los criterios, pero genera más divisiones.
Sin embargo, tanto Carlos Vargas Pagán como Juan Carlos Mendoza (el primero presidió el parlamento en el bipartidismo, y el segundo en el multipartidismo), opinan que el problema está en la falta de capacidad para negociar.
Vargas Pagán sostuvo que aun con el multipartidismo es posible construir consensos. De lo contrario, continuó, la Asamblea se convierte en un “mercado persa” en el que los diputados buscan intereses particulares y no nacionales.
Mendoza sostiene que ha faltado capacidad para llegar a acuerdos y que hechos bochornosos, como los “discursos absurdos”, inciden mucho en la opinión pública.
Las personas más críticas con el Congreso son quienes tienen entre 30 y 49 años, las de nivel socioeconómico alto y quienes viven en las ciudades fuera del Valle Central. Colaboró: el periodista Diego Bosque