Gatesville, Texas (Redacción). Quizá estas mujeres no tienen horno, refrigerador, estufa, cuchillos, ni siquiera la posibilidad de hervir agua, pero tienen mucho tiempo disponible.
De hecho tienen décadas e ingredientes poco convencionales, que sumados al deseo de cocinar a pesar de las dificultades, las han llevado a publicar un libro de cocina extraordinario: From The Big House to Your House (De la cárcel a tu casa) una colección de 200 recetas compilada por seis presas de Texas.
Las autoras cumplen sentencias de al menos 50 años en la Unidad de Mountain View del Departamento de Justicia Penal de Texas por homicidios, excepto una. El antojo por la comida que disfrutaban cuando estaban fuera las hizo ser creativas tras las rejas.
Descubrieron que una bolsa vacía de papas fritas sirve para preparar alimentos en una olla eléctrica, la única fuente de calor que tienen para cocinar. Identificaciones plásticas, similares a las tarjetas de crédito, pueden servir como cuchillos, y el atún y la macarela sirven para hacer nachos sabrosos.
"Sé que suena asqueroso", dijo Celeste Johnson, de 49 años, una de las autoras del libro. "Pero me encantan los nachos de atún y he logrado que a mucha gente le gusten".
Las mujeres tejanas, que de acuerdo con las leyes tienen prohibido lucrar con alguna empresa cuando están tras las rejas y donarán las ganancias de su libro a su editorial, sólo tienen su olla, una olla eléctrica parecida a las de café que calienta agua pero no la llega a hervir, pues el agua hirviendo se puede convertir en un arma.
Los ingredientes también están limitados a lo que se puede comprar en la prisión, es decir que no hay leche verdadera (sólo en polvo), o mantequilla, tampoco la mayoría de los sazonadores. Ajo? Ellas lo obtienen de tabletas de vitaminas con ajo.
"Parece grotesco", dijo Johnson. "Pero funciona y se sorprenderían".
Al buscar alternativas a los platos que se sirven en el comedor, las mujeres tejanas comenzaron a compartir sus compras de alimentos y escribieron sus descubrimientos, como la rehidratación de las papas fritas en su olla, que puede servir para preparar papas cocidas.
"No sé si hemos estado dentro demasiado tiempo, pero saben como papas cocidas verdaderas", dijo Johnson, quien ha estado en la prisión por nueve años y podría obtener su libertad condicional. Su sentencia es hasta el 2042.
El libro se produjo con la ayuda de la madre de Johnson, quien pasó las recetas en limpio y entregó el manuscrito a nombre de las mujeres a la organización The Justice Institute, un grupo con sede en Seattle, de asesoría legal para presos que afirman ser inocentes. El grupo publicó el libro, que puede ser comprado en internet.
El libro manifiesta algo que se ha manejado desde hace años: el placer de cocinar tras las rejas, donde generaciones de amantes de la cocina han combinado mezclas legales e ilegales en platillos que a veces son un fracaso y a veces un verdadero éxito.
La cocina de los reos no está limitada a las mujeres. El ex oficial de centros penitenciarios texanos Jim Willett recuerda que cuando trabajaba en la unidad masculina y percibía los olores de las comidas que se preparaban a fuego lento.
"Sabías que se estaba cocinando cierto tipo de comida, como si estuvieras en tu propia casa", dijo Willett, quien es ahora director del Museo de las Prisiones de Texas. "Daban ganas de detenerse y comer con ellos, pero eso no está permitido".
Los presos suelen ser creativos en la cocina. Se ha sabido de casos en los que viejos platos de metal se convierten en sartenes que se calientan en tazas de baño llenas de papel higiénico quemándose o de la transformación de los tubos de la pasta de dientes en cucharas y de frutas en vino de la casa.
En 2009, un preso de Washington intentó calentar salchichas en el retrete de acero inoxidable de su celda, pero no salió como lo planeaba. El humo del horno improvisado del reo entró por una ventilación del drenaje y las autoridades tuvieron que evacuar a los internos pues pensaron que se trataba de un incendio. El prisionero pasó a ser apodado El Chef WC.