L ástima que la palabra sea tan difícil de pronunciar. El término ‘procrastinación’ tiene dos componentes del latin: pro, a favor de, y crastinus , referente al futuro. En buen cristiano, procrastinación quiere decir dejar las cosas para después. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano se ha visto tentado a dejar para mañana lo que debe hacer hoy y, según estudios recientes, esta tendencia se ha acentuado. Los hijos estudian los temas del examen en el último momento, los padres postergan la declaración de la renta para el día del vencimiento y los abuelos se hacen los análisis médicos cuando aparecen los dolores.
Es lástima que no haya una palabra más fácil para calificar a quien deja las decisiones para después ya que, de esta manera, podríamos señalar mejor a los culpables de que las tareas no se hagan a su debido tiempo y con la responsabilidad del caso.
Tenemos palabras para referirnos a diversas omisiones, como desinterés, desidia o ignorancia, pero la procrastinación, que es algo de todo eso, por difícil no aparece en nuestro vocabulario. Es necesario inventar un sinónimo más simple y vulgar.
Ejemplos recientes. Recientemente, hemos conocido sucesos a los que le cae como anillo al dedo la definición de procrastinación, muchos de ellos referidos al tema de las carreteras. El propio ministro de Obras Públicas y Transportes calificó de procrastinación (sin mencionar la palabra) la labor de anteriores administraciones al decir que “ya no se puede postergar el sí o el no de la Bernardo Soto”, y agregó que el Estado no ha sido previsor, pero sin redondear la idea de que ahora el Estado soy yo. Con eso cumple con su deber de alertar sobre los inconvenientes de la inacción. Lo que se debe lograr, en este momento, es vincular la motivación del que hace los planes con los responsables de llevarlos a cabo, que nunca son la misma persona.
Cada cual cree haber cumplido con la porción de su tarea: estudios de suelo, trazado vial, diseño de taludes, calidad de materiales, trabajos de construcción, inspección de obras, acto de inauguración' Sin embargo, siempre aparece un eslabón débil en esta larga cadena de responsables que hace que la obra colapse y se empieza entonces a lamentar lo imprevisto.
La ruta a Limón también se presta al análisis de cómo se enfrentan los problemas sin tener sentido de la realidad, que es otra de las aristas de la procrastinación. El peligro, en algunos tramos de esa carretera, es que las rocas se desprenden sin avisar y pueden caer sobre los carros, lo cual ha sucedido con trágicos saldos. La Policía de Tránsito asume su rol y pide a los conductores ser precavidos cuando transitan por esa zona. ¿Cómo se puede ser precavido cuando una roca cae sobre el techo del vehículo, aplastándolo?
También podemos descubrir signos de procrastinación en la sufrida Cinchona, desde enero del 2009. El día que corten, orgullosamente, la cinta tricolor, nadie averiguará quién tuvo la culpa del atraso que costó tantas congojas a los pobladores, y nadie se preocupará por preguntarles si el diseño de la nueva Cinchona cumple sus expectativas.
A estos temas por resolver habría que agregar los edificios de las aduanas fronterizas y otros, ya muy comentados en su momento.
La idea no es lamentarse por el mal de la procrastinación, que a todos nos aqueja, sino, como dice Alvaro Cedeño, tomar conciencia de esto “como una plataforma de lanzamiento que nos incite a superar lo que haya que superar”. No hay que olvidar que también nuestros ancestros sufrieron el mismo mal cuando, en 1821, en un acto de procrastinación, resolvieron postergar las decisiones “hasta tanto no se aclaren los nublados del día” y, después de todo, las cosas no resultaron tan mal.